La Bastilla, más que una prisión

Este miércoles es el Día Nacional de Francia. Se conmemora el inicio de la revolución que lo cambió todo. Es de esos episodios de la historia que todo el mundo conoce sin saber muy bien cómo. Precisamente esta es una de las funciones de las celebraciones de Estado. Sirven para que una generación tras otra compartan y transmitan unos valores y unos hechos que dan sentido al colectivo. Todas las comunidades humanas tienen sus propias celebraciones que les sirven para explicarse como grupo. Y entre todas ellas, la del 14 de julio francés es una de las más relevantes de Europa. Aquel día de 1789 una multitud tomó la Bastilla, la prisión real que había en París. Aquel hito fue convertido en el punto de partida de la revolución por los cronistas y artistas posteriores, que lo narraron y reprodujeron cargado de heroicidad y trascendencia. La realidad, sin embargo, no fue tan simple. No hay suficientes páginas en el periódico para explicar con detalle cómo Francia llegó a la crisis económica, política y social que desembocó en los hechos de aquel verano, que tuvieron un primer episodio en el Palacio de Versalles. Siguiendo el funcionamiento de entonces, el rey Luis XVI, que era un monarca absoluto, convocó a los Estados Generales, formados por los estamentos eclesiástico, nobiliario y lo que se llamaba Tercer Estado, que vendría a ser una especie de representación popular. Recurrir a los Estados Generales era un hecho excepcional porque habitualmente los soberanos intentaban evitar pedir la colaboración de los súbditos, conscientes de que esto debilitaba su posición, pero es que en 1789 la situación era tan insostenible que no había otro remedio. El precio de los productos básicos estaba por las nubes y en París las tiendas de comestibles eran asaltadas por gente desesperada que no tenía nada para comer. Obviamente eso solo afectaba a las capas más pobres de la sociedad y a la aristocracia le importaba un bledo si un grupo de desarrapados se moría de hambre. Los representantes del Tercer Estado, sin embargo, exigieron una reforma del sistema para equilibrar las desigualdades. Cuando en París se tuvo noticia de lo que se pedía en Versalles, grupos de hombres y mujeres comenzaron a organizar protestas para hacer presión. El hambre los empujaba y la esperanza por el cambio los animaba. La multitud cada vez fue ganando más fuerza. Corrían rumores de todo tipo y se hacían discursos encendidos para animar a la gente a prepararse para enfrentarse contra las tropas reales. Con el objetivo de armarse, decenas de miles de manifestantes quisieron asaltar Los Inválidos, y cuando los soldados que defendían la posición se negaron a disparar contra ellos, los sublevados irrumpieron en el recinto y consiguieron 30.000 fusiles. El objetivo de los líderes de la revuelta era organizar una milicia urbana que representara y defendiera al pueblo, pero iban cortos de munición. Entonces todas las miradas se dirigieron a la Bastilla, que actuaba como cárcel y también era arsenal. Cuando el gobernador de la plaza no quiso capitular, los manifestantes iniciaron el ataque. La batalla se prolongó cuatro horas y los dos bandos se enfrentaron cuerpo a cuerpo, dejando un balance de un centenar de muertos. El pueblo parisino hacía correr infinidad de historias macabras sobre las torturas infligidas a los presos de la Bastilla y confiaban en que rescatarían a muchos detenidos, pero cuando por fin derrotaron a los realistas solo encontraron cinco delincuentes de poca monta y un par de enfermos mentales. Muchos de los presos habían sido trasladados a otros centros. Ahora bien, esto no disminuyó la sensación de victoria de los asaltantes, que se pasearon por toda la ciudad con la cabeza del gobernador clavada en una pica, como si fuera un trofeo. Dice la leyenda que a la mañana siguiente, cuando el duque de Rochefoucauld informó de los hechos al monarca, Luis XVI le preguntó si se trataba de una revuelta pero el noble le respondió: "No señor, es una revolución". Después de aquel episodio, el rey pareció que tenía suficiente habilidad para contener el golpe y conservó la corona (y la cabeza) un par de años más, pero finalmente fue guillotinado en enero de 1793 después de haber conspirado contra los revolucionarios y haber intentado huir de Francia. Fiesta nacional francesa desde 1880 El 14 de julio no fue declarado oficialmente fiesta de Francia hasta 1880. Durante la primera parte del siglo XIX estaba considerada una jornada demasiado subversiva y solo se organizaba clandestinamente. Cuando en 1879 se proclamó la III República, se buscaron referentes que legitimaran el nuevo régimen. Ninguno tenía tanto simbolismo como la toma de la Bastilla.

La Bastilla, más que una prisión

Cada 14 de julio París se viste con sus mejores galas para conmemorar que un grupo de revolucionarios asaltaron la Bastilla. Aquel hecho está considerado el símbolo de la rebelión contra la represión del pueblo

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