Al igual que algunas revoluciones que deparan imágenes de especial simbolismo en el derribo de la estatua del sátrapa, uno de los efectos colaterales de las protestas en Colombia ha sido la destrucción de monumentos de los conquistadores españoles en las calles del país. Fueron especialmente significativos el derribo de la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada en el centro de Bogotá, así como los ataques a las estatuas de Sebastián de Belalcázar en las ciudades de Cali y Popayán. Las tres fueron atacadas por delegaciones de los indígenas misak que participaban de las protestas. Iban a correr la misma suerte y en las mismas manos los monumentos a Isabel La Católica y Cristóbal Colón en la avenida El Dorado de la capital, la primera que recorren los viajeros tras aterrizar en el aeropuerto internacional del mismo nombre, pero la policía antidisturbios lo impidió. Sin embargo, al día siguiente las estatuas habían desaparecido, pero no por obra de los manifestantes sino del Gobierno, con el argumento de que se las llevaba para protegerlas.
Un debate de alcance regional
Colombia hace reflexionar a Latinoamérica sobre el culto a los conquistadores
El derribo de varias estatuas dedicadas a los conquistadores españoles durante las protestas en el país andino suscita una reflexión que abarca a toda Latinoamérica, donde abundan este tipo de monumentos, y que obliga a reevaluar a qué y quiénes se ha de rendir homenaje en el espacio público
Indígenas misak derriban la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, en el centro de Bogotá. /
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