Lola se pasa el día en el bar. Aparece sobre las 10 hecha un cristo y de allí no se mueve. Come lo que le dan los clientes, que le han cogido cariño. Y deja pasar las horas hasta que, cuando el sol baja, desaparece. Lola sufre de un serio problema de adicciones. Pero a la tortilla de patata y las tiras de bacon. Porque Lola no es la protagonista de una canción de mala vida. Es una garcilla bueyera que desde febrero del 2020, hará ya casi año y medio y sin faltar ni un solo día, se ha convertido en un miembro más de la familia del bar Versalles, en la calle Alfambra, junto al Campus Nord de la UPC. Allí llega puntual cada mañana en busca de su pincho de tortilla de patata. Y lo que surja. El cazo de agua ya lo tiene preparado. Carles, socarrón personaje que se define como “un cliente que echa una mano en el bar”, explica el flechazo. “Lola tiene cierto carisma”.
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Lola, la garcilla que se enganchó a la tortilla de patata
Esta es la historia de una garcilla bueyera, la parroquia del bar Versalles de les Corts y un perro pastor de los Pirineos en un papel secundario. Con un vídeo que es puro Berlanga. O 'Amanece que no es poco'.
miniatura garza lola
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