Crónica de unos meses convulsos

El año en que aprendimos a ser distintos

Doce meses después de la declaratoria del estado de alarma, es momento de echar la vista atrás y poner el foco en la enorme metamorfosis social que ha causado la pandemia de coronavirus. Cinco lectores de EL PERIÓDICO articulan el relato del año más extraño de nuestras vidas

Alba Campmany, María Jesús Esteve, Jesús Oliván, Núria Rosales y Yolanda Rodríguez.

Se repetirá como un mantra que nada volvió a ser igual, pero es que nada volvió a ser igual. Nuevas palabras irrumpieron en nuestras vidas, palabras que quizá no habíamos empleado nunca, como ‘coronavirus’, o ‘pandemia’, y otras que sí habíamos usado revelaron todo su significado, como ‘encierro’, o ‘rutina’, o ‘monotonía’. Llegaron la mascarilla, la distancia social y el intensivo lavado de manos. A trancas y barrancas, una parte de la población conoció las virtudes y desventajas del teletrabajo. Médicos y enfermeras hicieron el doloroso intensivo de una enfermedad desconocida, y de paso descubrieron que tenían reservas insospechadas de energía; capas y capas de resistencia. Afloraron en masa sensaciones negativas, soledad, tristeza, ansiedad, y prácticas positivas de solidaridad y camaradería. Se repetirá como un mantra que nada volvió a ser igual, pero es que nada volvió a ser igual. Hubo un tiempo en el que  cambió todo, en el que aprendimos a ser otros, y ese tiempo empezó hace un año.