Dice la tarjeta de presentación del doctor José Aznar: "Médico psicoterapeuta altruista, hace psicoterapias gratuitas a las personas interesadas en conocerse a sí mismas para ser más felices". La razón por la que este hombre nacido hace 69 años en Barcelona y criado en el barrio de Sant Andreu puede hacer este despliegue de generosidad es porque la economía la tiene cubierta: heredó una gasolinera que le da lo necesario para vivir.
-Tengo entendido que iba para médico internista.
-Pues sí. Lo que pasó fue que al hacer el examen MIR me dijeron que medicina interna en Barcelona no había, que tenía que ir a Palma de Mallorca. Yo quería quedarme aquí, y pensé: "Y qué hago yo ahora". Entonces me dicen: "Tiene un minuto para pensarlo".
-Un minuto para decidir su vida.
-Imagínese. Yo, como había ido a un psicoterapeuta mientras hacía la carrera, elegí psiquiatría. Psiquiatría en el Clínic.
-No se arrepintió, supongo.
-No… Si es que existen las casualidades, la vida es sabia y mueve hilos. Si uno se deja llevar encuentra todo lo que busca.
-La gasolinera. Cuénteme la historia.
-Empezó como una carbonería que mis abuelos, que eran de Salamanca, montaron cuando vinieron aquí. Empezaron por ahí y luego mi abuelo montó un garaje, y luego empezó a poner petróleo, que antes se usaba para las casas, las estufas, y también puso postes de gasolina y gasoil, para los coches.
-Estamos hablando de los años…
-Años 50. Yo era un niño. Ese negocio, cuando mi abuelo falleció se lo dejó a mi madre, y mi madre… Mis padres me lo dejaron a mí. En vida. A mí hermano que era farmacéutico le montaron una farmacia, y a mí me dejaron la gasolinera. Que es garaje y gasolinera, en realidad.
-¿Qué edad tenía?
-33 años o así…
-Ya estaba ejerciendo.
-Estaba en el Clínic, aprendiendo psiquiatría. Pero al salir de allí cogí la gasolinera.
-¿Y qué pasó?
-Que enseguida me di cuenta que no era lo que quería. Quería hacer psicoterapias gratuitas. El negocio ya me daba de comer, y yo no quería más dinero. Entonces empecé a promocionarme con los amigos, los familiares, incluso con los clientes de la gasolinera. Poco a poco fui tomando pacientes.
-¿Quiere decir que hacía ambas cosas?
-Sí, durante unos años. Hasta que llegó un momento en que me dije: "José, a ti qué te gusta, ¿el garaje o la psicoterapia?" Y me contesté: "Pues a mí me gusta la psicoterapia". Y entonces me dije: "Pues dedícate todo el día a la psicoterapia, y págale a alguien para que lleve la gasolinera".
-O sea, que ha estado más de 30 años haciendo psicoterapias gratis.
-Por ahí, sí. Más o menos.
-Supongo que la gente que viene a verlo es porque no puede pagarse una consulta.
-Yo diría que la mitad podrían pagársela. Más o menos. Pero yo a todos los trato igual.
-¿Ningún paciente le ha pedido que lo deje pagar?
-A veces, cuando empiezan la terapia, alguno. Me dicen: "Al menos tenga 10 euros", y yo me niego, entonces me dicen que me compran algo, y yo les digo que bueno, y acaban dándome una botella de vino, o de cava, o unos chocolates.
-¿Nunca ha tenido más pacientes de los que puede atender?
-Bueno… Lo que hago es llenar primero los días laborables, y si hay más gente, trabajo también sábado y domingo. Pero yo estoy contento. No me sobrepasa, al contrario, me alegro.
-¿Le produce especial satisfacción no cobrar?
-Mire, yo estoy encantado de dar mi tiempo, mi energía, mi conocimiento, mi experiencia, a cambio de nada. Yo aprendo de ellos y ellos de mí. Eso es lo bueno.
-¿Le queda tiempo para pasar por la gasolinera?
-No, no. No hace falta. Confío plenamente en el encargado.