Después de que le diagnosticaran retinosis pigmentaria, una enfermedad degenerativa de la vista, la por entonces enfermera Mercedes Losada (Barcelona, 1961) vivió un punto de inflexión. Un día fue a buscar sangre a la nevera de la UCI y, donde había dos bolsas, solo fue capaz de ver una. Ahí supo que no podía continuar en aquella profesión que tanto amaba. Y mientras esa puerta se cerraba, se abría una ventana: la del arte, que irrumpió en su vida con una intensidad descomunal.
-¿A qué edad le diagnosticaron la enfermedad?
-A los 26 años, cuando estaba embarazada de 5 meses. Se me cayó el mundo encima: no sabía ni lo que era ni tenía antecedentes familiares.
-¿En qué momento está ahora?
-En el peor: con un ojo no veo nada, y con el otro solo cosas que brillan, pues tengo un campo visual muy pequeñito, como de una cabecita de alfiler. Sin embargo, anímicamente estoy muy fuerte, mejor que nunca.
-Eso está muy bien.
-Lo que más cuesta es salir a la calle: haber hecho un transbordo de tren durante años y que ya no veas casi nada...es un nudo. Pero tienes que vencerlo, porque si te puede el miedo ya no vives.
-¿Cómo ha vivido el paso de un mundo con visión a otro sin ella?
-¿Sabes la tortura de las gotitas? Clack, clack, clack…pues un poco así. Poco a poco te vas dando cuenta de que no ves y te tropiezas más. Últimamente, por un agujerito ya no me veo la cara cuando me miro al espejo.
-Hábleme de cómo se inició en el mundo del arte.
-La ONCE me abrió las puertas del teatro y la literatura, y también hice joyas artesanales. Cuando tuve que dejarlo porque ya no veía, participé en un espectáculo titulado 'Poemas en la oscuridad' y en un recital con otras mujeres para el Día Internacional de la Mujer. Ahí empezó todo.
-¿Qué empezó?
-Las mujeres que participamos nos empezamos a reunir y formamos en nuestra ciudad, Sant Feliu de Llobregat, un grupo llamado 'Dones amb veu'. Es curioso porque ocurre lo contrario que habitualmente: yo, que tengo una discapacidad, dirijo un grupo de mujeres sin discapacidad.
-¿Qué tipo de arte hacen?
-Hacemos espectáculos de poesía con música y danza. Yo disfruto mucho porque es mi proyecto personal y donde me siento creativa: dirijo, busco poemas, dibujo el hilo conductor y monto los guiones.
-¿Cómo es esa experiencia?
-La pérdida de visión supone que vaya dejando de poder leer, pero me aprendo los poemas de memoria escuchándolos muchas veces. Lo importante es saber hasta dónde puedo llegar, y adonde no, pido ayuda: no puedo poner las luces como antes, pero sí transmitir a mi ayudante el escenario que quiero.
-¿Cree que el arte es una vía para desestigmatizar la diversidad funcional?
-El impacto del arte, si no tiene calidad, dura un día. No tiene trayectoria. Pero cuando haces un buen trabajo, eso sí tiene una continuidad y una función social.
-¿Participa en otros proyectos además de 'Dones amb veu'?
-Sí, este año soy presidenta de Liant la Troca, un colectivo en el que llevo 5 años aprendiendo danza integrada. Y llevo 11 años haciendo teatro en la ONCE: el año pasado hicimos ni más ni menos que 22 bolos.
-Teatro, danza, poesía...¿con qué se queda?
-El teatro es lo último que dejaría. No sabría cómo definirme, pero creo que soy bastante actriz. Hay gente que ante el público se viene abajo; yo, al revés: me crezco. A mí, el público me pone.