¿Cuál es la mejor forma de honrar la memoria individual en una tragedia colectiva? El 10 de noviembre de 1942 Martirià Domingo Fortuny, de 31 años y natural de L’Hospitalet de Llobregat, fue fusilado bajo el cargo de asesinato por las autoridades franquistas. Se le acusaba de ser un “elemento peligrosísimo” que en el bando republicano participó en fusilamientos de miembros del bando nacional (“como elemento destacado en las patrullas de control, dedicándose a dar los llamados ‘Paseos’ a las personas de orden (…)”, se lee en los papeles judiciales de la época). Martirià pasó tres años en el Camp de la Bota y, tras su ejecución, fue enterrado en la fosa común de la montaña de Montjuïc, conocida como Fossar de la Pedrera. Allí, décadas después, sus descendientes solicitan al Ayuntamiento que les permita erigir una lápida en su memoria, como explicó en una carta enviada a Entre Todos el bisnieto de Martirià, Iván, traductor de 36 años.
Hace cuatro años, y a petición de su abuela, hija de Martirià, Iván empezó a indagar sobre el paradero de su bisabuelo. Lo acabó localizando en el Fossar, donde el nombre de Martirià está grabado en una de las columnas que se han erigido en recuerdo de quienes fueron enterrados en la fosa común. “Allí estaba el nombre de mi abuelo, pero ninguna institución pública nos había informado nunca de ello”, explica Ivan.
El Fossar ya no es una ignota fosa común. Cementiris de Barcelona gestiona el lugar, donde las columnas recuerdan los nombres de los enterrados y una zona ajardinada invita al recuerdo. Hasta 1985 las familias podían colocar placas en memoria de sus parientes. A partir de esa fecha, se decidió primar el espacio de homenaje público y ya no se autorizó la colocación de placas.
Por ese motivo, se lamenta Ivan, a su abuela no le han permitido colocar una placa en honor de Martirià. “Es muy injusto”, se lamenta que mi abuela no pueda, al fin, honrar la memoria de su padre”. Fuentes del Ayuntamiento de Barcelona confirman que otras familias además de la de Martirià han pedido poder colocar placa. “Con la reforma del Fossar para convertirlo en un Memorial, se tomó la decisión de no añadir más elementos y dejar vacía esa zona, y así hacer de ella un espacio de recogimiento, reflexión y recuerdo de todas las víctimas del franquismo”, explican las mismas fuentes.
¿Cuál es la mejor forma de honrar la memoria individual en una tragedia colectiva? La respuesta no es fácil.