"Me gustaría que el presidente Rajoy me explicase cómo es posible que una postal desde la Tierra del Fuego me llegue en ocho días, pero el Gobierno español sea incapaz de hacerme llegar los documentos para votar en tres meses", dice Roger Piqueras, de 33 años, residente en EEUU desde el 2006 y que se ha quedado sin votar en los últimos procesos electorales pero aun así se dispone, aunque con escasas esperanzas, a emprender un nuevo intento. "El sistema de voto por correo es un desastre", sentencia.
Para las últimas elecciones catalanas, este ingeniero de telecomunicaciones barcelonés, registrado como residente español en el extranjero desde hace años en el consulado de Nueva York, pidió el voto dos meses antes, siguiendo el procedimiento requerido. Cuando miraba por internet el estado de su petición, le salía que "la habían recibido pero la estaban procesando". Seis días antes de las elecciones pudo comprobar que sus papeletas habían sido enviadas, pero a día de hoy todavía no ha recibido nada.
Roger trabaja para una empresa de telefonía muy cerca del consulado español de Nueva York, de modo que le resultó fácil ir hasta allí y preguntar si podía depositar el voto presencialmente en vez de enviarlo por correo. "Parece que tendría que ser lo mismo depositar el voto con las papeletas que te envían que con otras que te dieran en el consulado", dice. Pues no, le contestaron que no era posible y tuvo que resignarse una vez más a no ejercer su derecho a votar. "He oído a gente decir que el 27-S no nos dejaban votar por lo de la independencia. Aunque podría ser, yo he tenido el mismo problema ya tres veces", añade.
Roger va a solicitar de nuevo sus papeletas para votar el 20-D. "Pero, lamentablemente, estoy bastante convencido de que volveré a encontrarme con el mismo problema y no podré votar, o dicho de otra forma, se me volverá a negar el derecho democrático al voto", vaticina. Y se pregunta "cómo es posible que en democracia un ciudadano tenga que pedir el derecho a votar". No solo eso, sino que, al menos en su caso, tenga que pedirlo por fax, "un sistema de comunicación un tanto prehistórico. Sería más fácil si se pudiese enviar la solicitud por correo electrónico, y también sería mucho mejor desde un punto de vista ecológico, ya que no se gastarían tantos papeles".
Al acabar la carrera, a Roger no le atraían ni las posibilidades de proseguir sus estudios en España ni las ofertas de trabajo que le llegaban, de modo que decidió optar a una beca de la Generalitat –que obtuvo– para estudiar un máster en California. A ese le siguió otro en Columbia y desde el 2010 trabaja en el sector de la telefonía. Tiene concedida la residencia permanente en EEUU, y de momento no se plantea volver. "Estoy muy contento de vivir en Nueva York. Y profesionalmente, regresar supondría un suicidio. EEUU ofrece muchas más oportunidades para la investigación que España", explica.
A largo plazo, sin embargo, no descarta el regreso. "En Barcelona se vive muy bien", dice. Y es infinitamente más fácil ejercer su derecho al voto, no hace falta que añada.