Si usted y yo, aquí, ahora mismo, nos bebiéramos un chupito de ratafía por cada vez que el candidato de ERC Gabriel Rufián ha elogiado durante esta campaña a Irene Montero acabaríamos en estado comatoso. No lo hagamos, pues, que al fin y al cabo es solo un recurso retórico para subrayar la insistencia con la que los republicanos están tratando de capitalizar en esta contienda su apoyo a la ministra de Igualdad, en abierto contraste con el veto decretado por la jefa de filas de Sumar, Yolanda Díaz, que parece haber marcado metafóricamente a Montero con una letra escarlata (la P de problemática, que es la P de Podemos) para mantenerla alejada no solo de las candidaturas sino también de los actos de la carrera electoral.
Pausa de hidratación
ERC adopta a Irene Montero
La ministra de Igualdad participa en un acto del Govern sobre feminismo arropada por dirigentes republicanas
Montañola, el guerrillero del 'peix al cove'
El Rufián del Palace
Irene Montero conversa con Teresa Jordà a la entrada del Palau Robert. /
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