Cati tiene previsto ir a la peluquería de Alp el viernes. No sale de Urtx desde agosto y el pelo le ha crecido generando una graciosa melena a ambos lados. “No puede ser, tengo que ir a que me lo arreglen”, dice, mientras se acicala los clips. Tiene 88 años, vive sola y aquí todos la conocen porque es una mujer encantadora y muy trabajadora. Su hijo Pere se pasa a diario. Suelen comer juntos. Para votar el 14 de febrero debería ir al Vilar d’Urtx, a apenas 500 metros de casa, pero no lo ve claro. Lo decidirán a última hora, en función de las ganas que tenga. Sobre los políticos, Cati se encoge de hombros. “Lo único que pido es que nos respeten”. La suya es la voz más amable respecto a unos comicios que en la Cerdanya se sienten como muy lejanos. Se ha roto la poca chispa que había, y el 14-F será aquí el día de los desenamorados con la política.
CITA CON LAS URNAS
14-F en la Cerdanya: el día de los desenamorados
La comarca, que ha sufrido como pocas la doble crisis sanitaria y económica, abdica de unas elecciones que siente muy lejanas
Los ceretans expresan una absoluta desconexión con los que han gestionado la pandemia y muchos aseguran que no irán a votar
Se quejan de la poca empatía con el territorio y son legión los que exhiben una absoluta pérdida de fe en la cosa pública
Una vecina de Puigcerdà observa los carteles electorales colocados junto al Casino /
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