Trabajar rodeado de armas es el día a día de Carlos López Morilla (Barcelona, 1968), dueño de la Armería Roca, la más antigua de la ciudad, en Aribau, 66. Presidente del Gremi d'Armers y cazador, convive desde niño con pistolas, rifles y escopetas.
-¿Trabaja aquí desde siempre?
-Sí. La armería se fundó en 1875 y en los años 60 mi padre la compró. De pequeño me pasaba horas aquí. Empecé con la limpieza y más tarde con trabajos administrativos.
-¿Nunca pensó tener otro trabajo?
-No. Fue bastante natural. Me crié en este sitio, fui aprendiendo y empapándome de un trabajo que es altamente especializado.
--¿Y cómo reacciona la gente al enterarse de que tiene una armería?
-Para empezar, en este trabajo aprendes desde el primer momento la discreción. Pero cuando lo comento la gente se sorprende. Es un trabajo singular y preguntan cosas.
-¿Como qué?
-La pregunta recurrente suele ser si cualquiera puede comprar un arma. Evidentemente no es así. Se necesita una licencia y para tenerla hay que cumplir determinados requisitos, como por ejemplo no tener antecedentes. Se suelen asociar las armas con la violencia. Y es falso. Las armas en sí no son un problema. Si alguien mata a una persona con un martillo, a nadie se le ocurriría acusar al ferretero de fomentar la violencia. Las armas se crearon para matar. Pero el problema no es el objeto, es la persona.
-¿Quién compra en una armería?
-Hace 50 años el 90% eran cazadores. Ahora hay mucha gente que practica deportes. La caza se ha reducido el 40%, seguramente por la mayor variedad de pasatiempos que tenemos hoy, pero también por presión social.
-¿Se refiere a que la caza está cada vez peor vista?
-Sí. La gente no entiende que la caza es necesaria. Con el crecimiento de las ciudades nos hemos cargado los depredadores naturales y esto hace que, solamente en Catalunya, haya alrededor de 2.000 accidentes de tráfico al año provocados por animales.
-¿Y la solución es la caza?
-En el norte de Europa cada vez la fomentan más, evidentemente con normas definidas.
- Muchos no estarían de acuerdo.
-Desde luego. Suele creerse que quien practica la caza es una persona a la que le gusta la violencia. Pero no es así.