A Montellà se llega por una carretera de curvas a la que se accede desde Martinet una vez cruzado el Segre, el río que atraviesa todo el valle de la Cerdanya. Desde el cartel del pueblo puede verse, a la izquierda, encima de una casa de nueva construcción de grandes ventanales, una portería de fútbol. Es una plaza pública, muy mejorable, por cierto, porque tiene las canastas medio rotas, pero también es el patio de una de las escuelas más singulares de la zona, la Ridolaina. Peculiar porque lleva cuatro años aplicando un método educativo basado en la observación, la relación con el entorno, la convivencia y las emociones, pero también porque ha iniciado el curso del covid con cinco profesoras substitutas (dos de ellas, venidas desde Valencia) después de detectarse un positivo que obligó a confinar a todo el claustro titular. Este es el relato de un inicio inesperado, pero también es la crónica de la supervivencia de la escuela rural catalana.
VUELTA AL COLE
Escuela rural, educación natural
La Ridolaina de Montellà empezó el curso con profes interinas y el reto de mantener un modelo singular
Catalunya tiene 280 pequeños colegios cuyo futuro depende de la emigración hacia las grandes ciudades
Alumnos de una escuela rural, en una imagen de archivo. /
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