Un matrimonio ruso que hasta hace poco se dejaba ver por el mercado de Sant Feliu de Guíxols compraba fruta así: ella, señalando las piezas más vistosas, decía: "todo". Y la vendedora obedecía y metía todas las frutas en bolsas, hasta la última fresa, sin dejar ni una sola naranja en su caja. Después, fresas, naranjas y el resto de piezas se convertían en elementos decorativos expuestos en cuencos de los salones de su hogar, hasta que se oxidaban sin que nadie les hincara el diente, la señal que indicaba al matrimonio que era hora de regresar a por más fruta al mercado. Esta es solo una de las muchas anécdotas que han dejado en la Costa Brava turistas rusos indescriptiblemente más ricos que los españoles que antes abundaban y que ahora, tras la pandemia y la Guerra de Putin, escasean. ¿Se notará su ausencia?
Turismo
El 'hotel de los rusos' de S'Agaró se llena de ucranianos
Para el dueño de una inmobiliaria, la Costa Brava es tan deseada que puede prescindir incluso de turistas tan ricos como los rusos
Irina Zaychykova, subdirectora del Alàbriga, muestra una habitación que cuesta 2.500 euros la noche.
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