Nadie lo hubiera dicho entonces, pero en la imaginación de Sara Sorribes no se representaba ni por asomo el destino que ha tenido, porque las inquietudes de esta valenciana de 1975 iban "por todos los lados menos por el taller" y precisamente ahí, en el taller artesano de vidrio fundado en 1920 por su abuelo, es donde ha acabado. Y parece que ahí ha encontrado su sitio en el mundo. Cuenta que tenía "manía" al lugar donde su progenitor sacaba adelante a una familia con cuatro hijas, "porque no veía a mis padres. No tenían tiempo". Siempre en el tajo: "Algunos días, mi padre me recogía del colegio a las cinco de la tarde pero no llegábamos a casa hasta las ocho, porque había que repartir productos a la clientela. Y en agosto, si había mucho trabajo, nos quedábamos sin vacaciones".
Sara Sorribes, dueña de Vidrio Sorribes
Del ‘odio’ al amor por el vidrio artesano
Sara Sorribes, en su taller
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