Un Gobierno con actitud pasiva

El Ejecutivo aplaza la reforma fiscal y la nueva financiación autonómica, mientras la ley que vincula las pensiones con el IPC dispara el déficit público con más de 11.000 millones

Un velocímetro

Jordi Sevilla

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No estás a la moda del segundo actual, si no manifiestas preocupación por el impacto que el parón económico chino va a producir a la economía mundial y que se puede convertir en el próximo revés que sufra esta. La política de "covid cero" lanzada por el Presidente Xi Jinping está significando que 400 millones de personas en 45 ciudades estén confinadas total o parcialmente, incluyendo Shanghái, 25 millones de habitantes y el mayor puerto comercial del mundo. 

Esto significa que un 40% de su PIB se encuentra afectado por las restricciones lo que, unido a que desde hace meses parece que se perciben señales de otra crisis inmobiliaria, está produciendo revisiones muy a la baja de su crecimiento para este año, lo que viene acompañado de una caída de la bolsa y del yen. Lo datos oficiales de abril conocidos esta semana indican un retroceso, incluso, mayor del anticipado. Y dado que el crecimiento chino supuso el año pasado un 25% del crecimiento mundial, el parón chino afectará de forma negativa a todas las economías. Es lo que, también, tiene la globalización.

Con un elemento añadido: dado que la reelección de Xi para un tercer mandato se tiene que producir este año en el vigésimo congreso del Partido Comunista, es difícil pensar que contemple una alternativa a su "covid cero", cueste lo que cueste. Por tanto, las revisiones a la baja del crecimiento español y europeo que se producen estos días, pueden quedarse cortas y las de inflación, demasiado optimistas. Ojo.

Por otro lado, la complicada situación hace pensar que el cambio de modelo productivo señalado por el Partido y conocido como "la doble circulación" sufrirá un retraso. Se retrasará, pues, la idea de potenciar el mercado interior e ir desacoplándolo del sector exterior que marcó la política oficial en los últimos meses. Incluso algunos, empiezan a encontrar similitudes entre la actual confluencia de crisis en China con el giro que se produjo en Japón, de origen también inmobiliario, que puso fin a sus sueños de potencia económica mundial, a mediados de los 90. Queda mucha tela por cortar. 

A vueltas con el déficit estructural

Estos días he visto estimaciones sobre el déficit público estructural de la economía española, el que representa los desajustes entre ingresos y gastos si no hubiera movimientos cíclicos coyunturales, que iban desde el 3,4% del PIB hasta el 5%.

Pero todos, más allá de décimas arriba o abajo, coincidían en tres hechos: ha crecido con la pandemia; la reforma parcial de las pensiones lo hará crecer todavía más y no se encuentra en ninguno de los documentos del Gobierno, síntoma alguno de que les preocupe o de que están preparando medidas para reducirlo, que solo pueden ser subidas de ingresos o recortes de gastos, eso sí, con carácter también estructural.

El problema de no hacerlo es doble: incrementa la deuda pública necesaria para financiarlo, la Airef calcula que hasta el 140% del PIB y eleva, de manera peligrosa, el umbral de déficit en las cuentas públicas lo que restará margen de maniobra ante futuras crisis. En ambos casos, se compromete el futuro, para ganar comodidad política a corto dado que la recuperación sí que reducirá el déficit coyuntural.

Conocemos ya que la prometida reforma fiscal, para la que se encargó un Libro Blanco a un grupo de expertos que entregaron sus propuestas el pasado marzo, se aplaza para la legislatura próxima como, también, el cambio de modelo de financiación autonómica. Y, en paralelo, conocemos también que la ley que vincula las pensiones con el IPC, dado que las previsiones de cierre del IPC para este año se sitúan en un intervalo entre el 5,3% y el 7,5% según los organismos, va a inyectar en 2023 unos 11.000 millones de euros de gasto adicional que irán directamente al déficit como acaba de advertir la Comisión Europea.

Por tanto, la preocupación está, en este caso, justificada y el Gobierno debería revisar esta actitud pasiva, sobre todo, si agota la legislatura como parece.

Y, mientras tanto, Europa debate su futuro

Si el renacer del proyecto europeo ha venido impulsado por los Fondos ‘Next Generation’ y el embrión de un Tesoro europeo, la Conferencia sobre el Futuro de Europa, lanzada hace un año por las Presidencias del Parlamento, la Comisión y el Consejo y clausurada el 9 de mayo, ha sido un chorro de aire fresco y renovador dispuesto a vitalizar el renacer de la Unión Europea a partir del impulso dado por un interesante proceso de participación ciudadana, de democracia participativa. Ciudadanos, ONG, Universidades, Corporaciones profesionales, Asociaciones y un variopinto elenco de miembros de la sociedad civil europea han organizado sus debates y sus propuestas mediante plataformas electrónicas y actos presenciales, favoreciendo debates abiertos.

El resultado, un Informe de casi 250 páginas, que recoge 49 propuestas y 350 medidas concretas sobre los diversos ítems en que se organizó la Conferencia. Con dos denominadores comunes: se considera necesaria una revisión de los Tratados en un sentido más federal y, en paralelo, se proponen cambios importantes en la arquitectura institucional de la Unión Europea, dando mayor peso al Parlamento.

De entre los diez temas que se han tratado quiero señalar algunas ideas que me han parecido relevantes para ver cómo el espíritu europeísta de los participantes ha ido en sentido contrario a lo que propone la extrema derecha europea. Así, se pide una posición clara y abierta hacia la migración, reforzando la legal y la lucha contra la irregular, manteniendo el respeto a los derechos humanos. Igualmente, se exige una mayor protección de los derechos ciudadanos en el tratamiento de los datos digitales, con mayor control del poder de las grandes multinacionales del sector. Por último, se señala la necesidad de reducir la dependencia económica de la Unión en sectores estratégicos, principalmente, el energético.

Material suficiente para propiciar un debate ciudadano en España, antes de verlo en el Congreso, ya que todo apunta a que estos materiales acaben formando parte de un nuevo intento de elaborar una Constitución Europea que, esta vez, sea ratificada por todos.

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Nos llega, por último, la voluntad del presidente del Gobierno de priorizar, en lo que queda de legislatura, la explicación a los ciudadanos de lo que ha sido y está siendo la gestión económica del Ejecutivo, en detrimento de otros asuntos más conflictivos, impulsados por sus socios. El problema es que, para eso, necesita políticos al frente del área económica y se ha rodeado de gestores. O sea, que volverá a recaer sobre sus espaldas como todos los asuntos complejos en estas materias durante la legislatura. La soledad del poder, o así.

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