No todo se arregla con dinero, pero unas cuantas cosas sí. Particularmente allá donde más escasea. Y en el proceloso mundo de las finanzas municipales, los ayuntamientos más pobres suelen ser aquellos donde menos gente vive, aquellos con mínima capacidad para recaudar impuestos. Tributos como el de actividades económicas, un mal chiste allá donde no hay servicios y contadas empresas; el de circulación, insignificante en los núcleos que se apagan; o el IBI a la vivienda, atado al valor catastral de la propiedad, también allí donde se ha hundido. De ahí que los municipios despoblados recauden generalmente por IBI la nada, justo lo contrario a lo que ocurre en las ciudades.
El reto de la equidad territorial
La mitad de la Catalunya despoblada está infrafinanciada por la Generalitat
Siete de las 16 comarcas que pierden población recibieron menos inversión por habitante que la media catalana durante la pasada década
Los alcaldes contra la despoblación lamentan la falta de una estrategia para reequilibrar el territorio y lograr la equidad entre sus ciudadanos
Un hombre pasea por las calles de Montblanc. /
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