Tanto la vieja, como la autoproclamada nueva política, están ancladas en eslóganes que responden a enfoques del siglo pasado que han quedado vacíos de significado, más allá de una apelación identitaria residual. Al hacerlo, reducen en exceso el espacio disponible en el mercado de la atención pública a los nuevos problemas y enfoques del siglo XXI. Con ello, ponen en cuestión su propia utilidad para los ciudadanos, lo que se traduce en mayores niveles de abstención y, sobre todo, en un número creciente de personas que dan la espalda, aburridas, al debate político, salvo que se transforme en puro espectáculo televisivo que compite por la audiencia con otros realities.
En concreto
Política low cost, datos y multicapitalismo
El debate partidista sigue anclado en postureo, titulares enlatados y caricaturas de falsas soluciones a viejos problemas.
Política barata /
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