ABUSOS INMOBILIARIOS

Atrapados en el alquiler

Los jóvenes son los más perjudicados por las condiciones excesivas que impone los vendedores

Las agencias inmobiliarias aprovechan la saturación del mercado en su favor

Raquel Hernández.

La revolución no ha llegado al mercado del alquiler. La mayoría de las inmobiliarias ‘low-cost’ realizan solo actividades de compra-venta, dejando este otro ámbito para los actores tradicionales del sector. Y estas continúan con lprácticas abusivas que se prodigaban antes del estallido de la burbuja.

El precio es el primer escollo que se encuentras quienes buscan una vivienda en el nuevo panorama del mercado de alquiler. En Barcelona y Madrid los incrementos anuales en la renta están alcanzando casi el 7%. No ayuda que la oferta nueva sea muy inferior al número de personas que están buscando una vivienda en régimen de alquiler. En la ciudad condal, a la creciente demanda natural, influye también la presión turística en las subidas del alquiler.

En los grandes portales de internet una oferta de un piso en Barcelona recibe el interés de miles de interesados en pocos días. No importa que esté localizado a las afueras de la ciudad. Cada vez es más difícil de encontrar viviendas en condiciones decentes y con un alquiler que no sea estratosférico. Los alquileres por debajo de 800 euros que proliferaron en la época de crisis ya son historia.

Los colectivos más afectados de este cambio, que ha ocurrido en apenas dos años, son los jóvenes que busca primera vivienda, los separados y las familias monoparentales. En muchos casos tienen un límite de 700 euros, de 800 o que pueden estirar hasta los 900 con esfuerzo, pero que les aboca muchas veces a pisos en zonas periféricas, de escasos metros cuadrados o muy por debajo de sus necesidades.

"NOS TOMARON EL PELO"

Los jóvenes, si no encuentran una vivienda asequible solo para ellos, optan por compartir un piso. Este fue el caso de cuatro universitarias, todas de fuera de Catalunya, que comenzaron a buscar a finales de abril a través de internet. Loreto Cabaleiro admite que encontrar un piso que complaciese a todas fue complicado. Por eso, decidieron reservar lo antes posible un ático de la inmobiliaria SHBarcelona.

Los problemas comenzaron cuando llegó el momento de firmar el contrato. “Después de firmar y pagar los 300 euros de la reserva, el agente inmobiliario nos dijo que nos llamarían en unos días para acordar la firma”, explica la estudiante. Pero esto no sucedió. Preocupadas, contactaron con ellos por si había habido algún problema con la documentación que les habían pedido para formalizar el alquiler.

Les entregaron las nóminas de sus padres, que las avalaban, para demostrar la solvencia. También las matriculas de la universidad para probar que estaban cursando un grado. Y ya habían residido otros universitarios en la casa. No debería haber, por tanto, ningún problema en que fuesen estudiantes. “En ningún lado ponía que no los aceptasen”, explica Raquel Hernández, compañera de Cabaleiro. Esa fue, sin embargo, la explicación que les dieron para no firmar el contrato de alquiler.

“Nos tomaron el pelo”, lamenta Hernández. Cabaleiro explica que hablaron con hasta tres agentes inmobiliarios para solucionar el asunto. En una de esas llamadas les aseguraron que les darían el número de teléfono del propietario para que las conociese en persona y viese que no causarían problemas con los vecinos. “A los 30 minutos recibí un aviso en la app donde encontramos el piso: volvía a estar disponible”, dice resignada Hernández.

FIANZAS Y SÚBIDAS DE RENTA

Esta actitud de las inmobiliarias no se limita a los estudiantes. Jaime Pérez, arquitecto de 32 años, comparte con tres compañeros un piso en plaza de Molina. “Las condiciones de la casa no son espectaculares, aunque la localización es perfecta”, explica el trabajador. Hace poco venció el contrato, y al acordar el nuevo les subieron la renta. “Nos lo esperábamos”, asegura Pérez. De 1.350 euros pasaron a 1.500 euros, un 11,1% más.

“También comenzamos a pagar otros servicios que antes corrían a cuenta de la propietaria”, puntualiza el arquitecto. En todo caso, denuncia que la inmobiliaria no les soluciona los problemas. “Cuando el frigorífico del piso se estropeo, no quisieron sustituirlo. Tuvimos que comprar nosotros uno nuevo, y en el contrato especifica que está amueblado”, cuenta con rabia Pérez.

Otra de los abusos habituales es la exigencia de pagar varios meses como fianza. Un gasto que muchas familias no pueden afrontar, o que pagan haciendo muchos sacrificios. El mercado está saturado, y si uno quiere alquilar un piso debe aguantar muchas de las peticiones de las inmobiliarias tradicionales.

Aunque a veces el desconocimiento también juega un rol relevante. Joan Oller, presidente del Col·legi d'Agents de la Propietat Immobiliària de Barcelona (API), se queja que con frecuencia “los clientes suelen ir con lirio en la mano”. No poseen ni el conocimiento ni buscan asesoramiento para evitar que las inmobiliarias les engañen. Por ejemplo, explica que no es legal cobrar un importe al vendedor y al comprador por sus servicios, a menos que haya un acuerdo que lo estipule. Una práctica que es más habitual de lo que uno se esperaría.