Cómo convertir un tsunami en números para prevenir sus efectos

El aumento de la frecuencia de los terremotos moviliza a los científicos de la previsión

El CIMNE (Generalitat/UPC) diseña simuladores por encargo de empresas japonesas

Representación gráfica numérica del tsunami de Japón

Hace 11 años, entre el 25 y el 26 de diciembre del 2004 según los husos horarios, un terremoto marino acabó sacudiendo las costas de Indonesia, Malasia, Sri Lanka, India y Tailandia. Si en Europa se destacaron más los efectos en Tailandia es fácil de deducir, porque en aquellas fechas había muchos europeos de vacaciones en las costas del Índico. Siete años después, el terremoto marino dejó de llamarse así para pasar a denominarse por los medios de comunicación, tsunami. Aquel terremoto marino se desencadenó el 11 de marzo del 2011, a 130 kilómetros de las costas japonesas que dan al Pacífico, perdieron la vida 9.000 japoneses y se dieron por desaparecidos a 13.000 más. El suceso tuvo también amplia repercusión --aunque en número de muertes era incomparable con la de cientos de miles del 2004-- porque afectó a una central nuclear en Fukushima. Un golpe moral, también, para el prestigio tecnológico de los japoneses. Era una invitación a todos los centros de investigación universitarios del mundo a profundizar en nuevos materiales y en otros aspectos del accidente. Muchos millones de yenes en oferta.   

Cabe añadir un incentivo más, que es el que acaba convertido en atracción de inversiones. Pese a los negacionistas del cambio climático, el riesgo de que haya más seísmos en las costas asiáticas y de que cada vez sean más frecuentes, ha activado la investigación de las facultades de ingeniería de todo el mundo. Se conocen poco este tipo de trabajos por una razón esencialmente económica: los efectos devastadores del tsunami afectan más a los países que a sus empresas. Por consiguiente, investigar sobre medios paliativos de los terremotos queda siempre en manos de los gobiernos o de grandes corporaciones.

CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Japón, escarmentado, quiere afrontar esta labor de prevención desde la ciencia y la tecnología (no siempre van juntas). Ello tiene una de sus manifestaciones prácticas en Pedralbes, y más concretamente en el campus de la UPC, que acoge al consorcio CIMNE, Centro Internacional para los Métodos Numéricos en Ingeniería. El nombre, que data del acuerdo de 1987 entre la Generalitat y la UPC, puede impresionar por abstruso, pero la realidad es lo que cuenta en esta historia. Un equipo del CIMNE trabaja desde hace dos años por encargo de empresas japonesas para investigar sobre los efectos del tsunami y poner medios para evitar los siguientes. En este caso, los métodos numéricos sirven para hacer predicciones y, por lo tanto, para proponer vías que reduzcan los efectos negativos de una eventual repetición del accidente.

El desastre de la nuclear de Fukuyama impactó, por sus consecuencias, a políticos y a empresas. De ambos ámbitos llegaron encargos nuevos al CIMNE. De un lado, la UE, que ha aportado 2,5 millones a la investigación que promueve el consorcio CIMNE para que desarrolle, es decir, cree programas de simulación basados en la combinación de millones de datos, para prever los efectos del desbordamiento de ríos. Por la habitual interconexión de centros de investigación, los trabajos del centro de la UPC llegaron a oídos de Japan Steel, que también participa en la financiación de las investigaciones.

El director, inspirador y alma pater’ del CIMNE desde su fundación, Eugenio Oñate, ingeniero de caminos y catedrático, lo resume: "Estudiamos los efectos del accidente mediante programas de ordenador que incorporen toda la complejidad de datos que aporta un tsunami. A Japan Steel le interesa saber porqué subió tanto la temperatura en la nuclear (2.000 grados) hasta fundir los materiales de construcción devorados por un magma que llamamos corio".

¿Qué pasaría si…? Es el lema del CIMNE, centrado en la tarea de proporcionar soluciones "que mejoren la seguridad de los ciudadanos", como precisa Oñate, a partir de una materia prima muy poco vistosa, los números, la N de su indicativo en el mundo de la investigación.

Presupuesto de 13,4 millones

La memoria económica del CIMNE del 2014, además de describir los diversos campos de actuación en los que está presente, desde la ingeniería más sofisticada hasta la biotecnología y la alimentación, a menudo con empresas nacidas desde su seno (spin offs), sorprende la composición de su balance de ingresos: solo el 4% procede de transferencias de la Generalitat. Incomparable con otros centros de investigación públicos. El resto, hasta los 13,4 millones, procede de encargos de la industria (la vocación de transferir conocimientos), los encargos de investigación de la UE y la organización de seminarios y conferencias. El año que viene será el único centro que sin formar parte, estrictamente, de la UPC pero instalado en su campus desdoblará su espacio en un nuevo edificio frente al actual.    

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