La revolución de efectos más inminentes es la relacionada con la aplicación de las innovaciones electrónicas e informáticas para convertir los vehículos en smartcars. Los coches inteligentes ya se conectan solos a internet y permiten al conductor interactuar a distancia para comprobar la recarga de las baterías, conectar el climatizador o abrir la puerta desde el móvil. Paralelamente, la costa oeste de Estados Unidos se está convirtiendo en un nuevo Detroit en la que Apple y Google han llevado su revolución tecnológica a los automóviles de conducción autónoma. Aunque las dos tecnológicas se han llevado la fama, los fabricantes convencionales también tienen a punto sus modelos que se conducen sin intervención del hombre. Tras los coches que aparcan, frenan o rectifican el carril solos, los primeros turismos que circulan parcialmente autónomos saldrán al mercado en el 2016.