Los enemigos del euro, en casa

Desde esta tribuna no les hablaremos hoy de las recetas orientadas a reanimar la anémica economía europea; doctores tiene el suplemento +Valor para diseccionar, en las páginas que siguen, las causas de esta atonía de la eurozona y los posibles remedios. No, hoy analizaremos las razones que impiden a Europa tomar las medidas acertadas para liquidar esta crisis de nunca acabar. Les hablaremos, por tanto, de política.

Mucho se atacó a José Luis Rodríguez Zapatero, tanto cuando negó el estallido de la crisis como cuando sucumbió a la presión y desenfundó la tijera presupuestaria. En igual medida se reprochó a Mariano Rajoy que hiciera trizas su programa electoral tan pronto como llegó al Gobierno; que retrasase los Presupuestos del 2012 para que los recortes sociales no lastrasen al PP en las elecciones andaluzas; que faltase a la verdad al afirmar que el rescate bancario no costaría ni un euro a los contribuyentes... Todas estas críticas eran merecidas, como otras tantas que aquí no tendrían cabida, pero es injusto presumir que solo los líderes españoles subordinan el interés general, la transparencia y hasta la reputación  del país a la conveniencia política. Desafortunadamente, el patriotismo de partido es moneda común en Europa, tanto o más que el propio euro.

¿O acaso François Hollande no se resistió a asumir la fragilidad de la economía francesa para no hundir su popularidad? ¿O luego no endosó los recortes a Manuel Valls para debilitar a su rival, y este aceptó el reto para optar al cetro socialista? ¿Y David Cameron? ¿No es obvio que frena toda tasa europea sobre los movimientos de capitales para proteger a sus amigos de la City? ¿Y Angela Merkel? ¿Cuántos pasos hacia la integración europea ha abortado por la cercanía de unas u otras elecciones alemanas? ¿Y cuánto le costaron a Italia, en términos de prima de riesgo, las maniobras de Mateo Renzi para defenestrar a Enrico Letta? Continuaríamos, pero no sobra el espacio.

La emergencia de partidos que cuestionan la arquitectura de la eurozona --desde la izquierda radical hasta la extrema derecha, desde los euroescépticos hasta los xenófobos-- espanta a los líderes europeos hasta el punto de paralizar sus ya poco garbosos movimientos. Por eso dejan a Mario Draghi colgado de la manguera de la liquidez, en vez de armar a Europa para combatir la ralentización económica y la deflación. Los enemigos del euro no son solo las fuerzas antisistema; también unos valedores del sistema europeo que, atemorizados, renuncian a reforzarlo y defenderlo.