El dilema del BCE para reanimar la zona euro

Mario Draghi, todopoderoso presidente del Banco Central Europeo (BCE), es el primer protagonista de la temporada, una vez que se confirma que la economía europea en su conjunto está estancada. El consejo del BCE se reúne el jueves y las dudas se centran en si, por fin, bajo la batuta de Draghi, pondrá en marcha alguna fórmula de Quatitative Easing (QE), al estilo de la Reserva Federal estadounidense y el Banco de Japón.

Un programa de QE consiste en que el banco central, en este caso sería el BCE, compre en cantidades masivas deuda, tanto pública como privada, con el objetivo de inyectar dinero líquido en el sistema y facilitar la actividad económica y, por lo tanto, la recuperación. Es, como denuncian los críticos de la fórmula, una manera de crear dinero exponencial y artificialmente, en definitiva de alimentar una cierta burbuja. Los defensores del procedimiento argumentan que gracias a los sucesivos programas de QE la economía americana se ha recuperado y crea empleo. También señalan los efectos positivos que parecieron apreciarse en Japón cuando se lanzó el plan, aunque pasado el tiempo los resultados no acaban de llegar y hay más dudas que certezas en el país.

Mario Draghi, el hombre que salvó el euro con aquella declaración de que el BCE haría lo que tuviera que hacer, se ha resistido durante años a que la institución fuera por la senda de la QE. Hasta hace unas semanas, al menos en teoría. En la reunión de bancos centrales de Jackson Hole (Wyoming, EEUU), Draghi dio una de cal y otra de arena, cuando reconoció las limitaciones de la política monetaria y sugirió la posibilidad de una mínima relajación fiscal en Europa. Es decir, control del déficit, pero sin agobios en los calendarios. Los neokeynesianos se apresuraron a aplaudir porque entendieron que Draghi abría la barra libre monetaria, mientras vislumbraban una QE europea inmediata. Los liberales no pusieron el grito en el cielo, pero advirtieron de los peligros de nuevos excesos monetarios en Europa, que no es lo mismo que EEUU. La deuda europea, para empezar, es casi toda pública, mientras una gran parte de la americana es privada, de empresas que se financian de esa manera, y la diferencia es sustancial. Draghi está ahora ante el dilema cuasi hamletiano de «QE o no QE». Ambas opciones tienen ventajas e inconvenientes y ninguna es un auténtico bálsamo de Fierabrás que, además, tampoco resuelven por sí mismas los problemas estructurales de la eurozona, los mismos que el jefe del BCE reclama abordar. Difícil decisión, por lo tanto. También por eso, lo mas probable es que Draghi se tome mas tiempo y el jueves no haya QE europea.