Antonio de Felipe: "Ahora pinto con más garra que nunca"

El artista pop ha celebrado sus 25 años de carrera con la muestra 'Graffiti Pop'

Autorretrato de Antonio de Felipe.

El retrato que les mostramos no es una foto en blanco y negro, aunque lo parece. Mírenla bien. Es una pintura. Es un autorretrato de Antonio de Felipe (Valencia, 1965) posando como Hugh Jackman en 'Lobezno'. El conocido artista pop camina por el filo de la navaja del hiperrealismo. Y en lugar de garras, se ha colocado pinceles, la prolongación natural de su cuerpo rotundo.

Hace tiempo que seguimos su trayectoria y le teníamos ganas. “Me encanta como suena esa expresión –dice él al otro lado del teléfono–. Yo exponía cada dos años en Barcelona, en la galería María José Castellví, pero cerró y me quedé huérfano. Así que desde aquí proclamo que me gustaría encontrar una alternativa para regresar a una ciudad que me encanta”, lanza. En efecto, si tiramos de hemeroteca, la última vez que Antonio de Felipe expuso en Catalunya fue en octubre pasado, en el remodelado Tinglado numero 1 del Moll de Costa del Port de Tarragona, con la muestra Pop Art al Port2. También pintó con flamencos, palmeras y 'audreys' una habitación del hotel Estela de Sitges.

 

Todo un referente internacional

Además de deseando exponer en Barcelona, Antonio está pletórico después de la buena acogida que ha tenido su última muestra en La Casa de Vacas del Retiro de Madrid. La ha titulado 'Graffiti Pop' y ha sido un nuevo chute de color, humor y optimismo. Con ella ha rubricado una trayectoria de 25 años en los que se ha forjado un nombre internacional como referente del pop art, desde su debut allá por 1990.

“Ha sido mi muestra más emocional y excesiva hasta ahora, con los graffiti como motivo principal. Unas 60 piezas de gran formato en las que he estado trabajando en estos últimos cuatro años. Yo digo que es mi obra de madurez. La he disfrutado mucho y el espectador, también”. 

El inventor de las esculturas en forma de vacas

 Ese espacio del parque del Retiro en el que han convivido sus cuadros de Charlize Theron, David Beckham, Bambi y sus graffiti efímeros le trae muchos recuerdos, algunos incluso agrios. “Esta ha sido mi quinta exposición en Vacas. La primera fue precisamente la de las vacas. Porque yo soy el padre de las vacas –proclama reivindicativo–. Entonces me pareció original que las vacas volvieran a su casa, porque ese edificio del Retiro es la antigua vaquería real. Y a partir de mis esculturas y pinturas de vacas, fíjese toda la leche que ha dado la Cow Parade de la que ha mamado a nivel internacional mucha gente; no yo”, matiza.

Abrirse en canal cada vez es complicado; lo sabe cualquier artista. Para este hombre que se mueve entre la cultura popular y el arte urbano, el reto ha consistido esta vez en tunear un pabellón donde dialogaban cuadros y graffiti, donde la pintura y la escultura se han fundido en una única disciplina y donde elementos luminosos y tecnológicos como los neones también tenían su razón de estar. “Más que una exposición ha sido una experiencia artística. Recuerdo que abrimos y todavía estaba interviniendo en el espacio, pintando un hombre rana al lado de un extintor real, que era su bombona de oxígeno. O unas huellas junto a una alcantarilla en el suelo y cosas así. He pintado en sitios donde no se cuelga obra habitualmente. Esas eran obras efímeras, pero no me importa. La gente estaba encantada de verme por allí manchado de pintura. Me he hecho fotos con todo el mundo. Y los niños alucinaban”.

Un maduro con mucha garra

Antonio está pletórico. “Soy optimista por naturaleza, de los del vaso medio lleno. A pesar de que la vida no está fácil para nadie, tiendo a pensar que lo mejor está por llegar. Para muestra, esta exposición. Después de miles de cuadros sigo creando con más ganas que nunca. Y es bonito ver que gente de diferentes edades sale de ver mi obra con una sonrisa. Y que te digan que tu pintura les parece terapéutica es el mejor halago. Suena a topicazo pero es que me siento muy maduro, tanto en lo personal como en lo profesional. Ahora pinto con más garra que nunca”.

Es imposible gustar a todo el mundo, pero lo que es innegable y en lo que la crítica está de acuerdo es que la técnica de Antonio de Felipe ha evolucionado hacia nuevas cotas de hiperrealismo. “Fíjese que hasta mucha gente cree que son fotos tratadas y he tenido que pintar unos carteles en la pared para advertir que es acrílico sobre lienzo y que todo es pintado y no un fotomontaje”.

La confusión viene porque Antonio ha recurrido a nuevas armas. “De repente tenía ganas de probar con los aerógrafos, los rotuladores y los aerosoles. He incorporado todo lo que viene del graffiti a mi lenguaje habitual, que son los pinceles, la pintura acrílica y el lienzo”. Como si Goya, Velázquez y Warhol, por citar tres de sus referentes, se midieran con Keith Haring, Sixeart y Banksy.

“Me gusta esa idea de lo aparentemente rápido y espontáneo, de lo efímero que tiene el graffiti, que está en la calle y dura lo que dura. Y, además, conecta con mis orígenes. Yo soy valenciano, aunque lleve años viviendo en Madrid. Y a la gente le sorprende mucho que se quemen las fallas, sin entender del todo que las fallas han nacido para eso, para acabar en ceniza”.

Su paso por Miami, decisivo

De esa incursión suya en el arte urbano tiene mucho que ver su paso por Miami. “Muchísimo. Empecé con esta serie, titulada Graffiti pop, hace cuatro años. Pero hace justo dos me fui a Miami y lo que vi allí me impactó hasta el punto de que he metido neones en mis obras. Miami es una ciudad excesiva y muy estimulante. Hay mucha creatividad y una ebullición brutal. Aparte del distrito art déco y de los neones de Ocean Drive, el foco artístico está en el barrio de Wynwood. Allí vi unos graffiti que me dejaron con la boca abierta. Fue como si hubiera entrado en la Capilla Sixtina del graffiti. Fue muy enriquecedor, porque a mí lo que me gusta es aprender. Y trabajar al lado de esos artistas ha sacado cosas de mí que estaban ocultas”.

Antonio de Felipe estuvo trabajando en el Miami Marine Stadium, en Virginia Key, un estadio clausurado hace más de 20 años por problemas de funcionamiento y dañado por el huracán Andrew, apoyando la cruzada de Gloria y Emilio Estefan para que no acabe reducido a escombros. “Estuve pintando graffiti en el mes de julio, con un calorazo tremendo y con tormentas diarias en las que parecía que se acababa el mundo. Fue una experiencia agotadora pero gratificante al mismo tiempo”, resume.

Hizo otras muchas cosas, como pintar bolsos. Y hasta cumplió con el encargo de 'El Mundo' de pintar bajo su prisma pop a la familia real. “Me quedó más colorida y cercana que el cuadro de Antonio López. Y solo en 20 horas”, describe. 

Ya de vuelta a su estudio del barrio madrileño de Malasaña, retomó esta serie y surgió también algo nuevo: el pintor se convirtió también en motivo de su obra. Sin complejos. Con humor. Antonio con unas alas luminosas, como un ángel de luz. Antonio en tejanos y con el torso desnudo Reflexivo. Chulazo. Osazo.

Me he despojado de los miedos que tenía

“Me he despojado de ciertos miedos que tenía. Y como estoy bien conmigo mismo, ahí estoy, sin pudor. Yo antes no me había autorretratado. Y no lo he hecho por vanidad. Es porque tenía ganas de hablar de mí y de mi mundo”, dice este escorpio, metódico y organizado. “Si se fija bien, aparezco siempre porque hay una intención. Por ejemplo, yo me he dibujado en un cuadro a partir de la foto famosa de los obreros sentados en el rascacielos en Nueva York sencillamente porque me considero un obrero de la pintura, un trabajador del arte”.

Cada obra, en efecto, tiene su propia historia. Como el cuadro de la actriz Charlize Theron, dorada como una musa de Gustav Klimt. “Vi su obra en Viena y me quedé hechizado. De regreso, en el avión, hojeando una revista, me fijé en el anuncio del perfume J’adore con Charlize. ‘Es puro Klimt’. Automáticamente, saqué un rotulador, hice un boceto, arranqué la hoja sin que me viera la azafata, y ahí está el embrión”.

A David Beckham lo ha retratado como un San Sebastián. “Es lo que tiene el poder transgresor del graffiti, que con unos simples trazos, con seis flechas, puedes alterar el sentido de una imagen publicitaria y la conviertes en un icono religioso y homoerótico”. 

Es una obra que funciona también como “un sismógrafo emocional”. Piezas pintadas para exorcizar encuentros que se acabaron y que quizá en otro momento se hubiera guardado para sí mismo. 

Le preguntamos por último por las ventas y suelta un: “Sobrevivo, que no es poco”. Reconoce que vendió mucho en un momento de explosión económica. “Y la suerte es que no he dejado de hacer cosas en galerías de Suecia, Alemania y Miami. Es cierto que aquí el arte es un artículo de lujo y el mercado se ha resentido mucho, pero confío en que esto se arreglará. De momento estoy haciendo también obra sobre papel, mucho más asequible, para la gente que empieza a coleccionar. Se puede tener obra mía original y única en tamaño A3 por 500 euros. Y no hablamos de un dibujito sino de algo que visualmente funciona muy bien”. 

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