El equipo de enólogos que dirige Jorge Muga ha conseguido un vino en el que el proceso de elaboración no enmascara las virtudes de las variedades, las potencia. Parten de un 90% de viura, 10% de malvasía y el resto de garnacha blanca. El aporte de la malvasía da mayor entidad aromática, siempre dentro del perfil respetuoso con el vino que caracteriza esta bodega.
Ocho horas de maceración en prensa y la fermentación en barricas de roble en las que el vino permanece tres meses con sus lías antes de ser embotellado, son la segunda parte de una ecuación que da como resultado un blanco que muestra en el paladar exactamente los aromas complejos que hemos detectado en fase olfativa. Tiene densidad, pero no cansa por el sabor a madera que arrasa tantos vinos. Lo he probado acompañando arroz de masía y el resultado fue de nota alta.