Hace unos años, cuando los vinos de Terra Alta no tenían el prestigio actual, mi arma secreta para dar a mis colegas buena referencia de ellos era hacerles catar los de Bàrbara Forés. Esta bodega siempre ha buscado la elaboración a partir de viñas plantadas con cepas viejas. En el caso del Quintà el origen son dos fincas de dos hectáreas cada una, conocidas como Cometa y Coll de Batea. Están situadas en la proximidad de Gandesa, orientadas hacia el Matarranya.
El Quintà refleja estas peculiaridades, potenciadas por las cepas de garnacha blanca, de granos pequeños y dorados. Maceran las uvas en frío 24 horas y fermentan en barricas grandes (500 litros) de roble francés. La crianza se realiza en las mismas botas durante seis meses. Resulta un blanco con cuerpo, de largo aroma y una sedosidad que nos devuelve el concepto paladear.