TENIS | MUTUA MADRID OPEN

Rublev se sobrepone a la fiebre y a sus demonios para conquistar en Madrid su segundo Masters 1.000

El ruso supera un inicio errático y remonta ante el canadiense Auger-Aliassime para hacerse con el Mutua Madrid Open en un ejercicio de supervivencia

Rublev, flamante campeón en Madrid. / MANU FERNANDEZ

Si a Andrey Rublev alguien le hubiera dicho a su llegada a Madrid que dos semanas después se marcharía de la capital de España con su segundo trofeo de campeón, seguramente habría tomado por loco. En tierra, su peor superficie, y tras dos meses horribles, el ruso desembarcó en la Caja Mágica sin apenas expectativas después de haber caído eliminado en primera ronda y sin ganar un solo set en sus cuatro torneos anteriores. Pero en Madrid, la Caja Mágica fue más mágica que nunca para sus intereses para cambiar el rumbo de su temporada, plantándose en la final tras dejar por el camino al bicampeón Carlos Alcaraz. En ella se impuso en un partido agónico al canadiense Félix Auger-Aliassime (6-4, 5-7 y 5-7)

Justo en el año en el que se cumple dos décadas de la victoria de otro ruso, el ex número uno Marat Safín, en la capital de España, Rublev se sobrepuso a la fiebre con la que se presentó este domingo en la Caja Mágica para conquistar el segundo Masters 1.000 de su carrera. Y también, de paso, a sus demonios, esos que le habían hecho perder tres de las cuatro finales de Masters 1.000 que había jugado hasta hoy. Esos que nunca le han permitido, a pesar de que tenis tiene para ello, superar la ronda de cuartos de un Grand Slam a pesar de haber tenido nueve veces la oportunidad.

Semana de suerte

Puede ser este Mutua Madrid Open un punto de inflexión en la carrera del ruso. Hasta él llegó tras dos meses horribles, descalificación mediante en Dubái por conducta antideportiva incluída. Y de él sale campeón y como número cinco del mundo a tres semanas del arranque de Roland Garros. No sin problemas, pero sí con garra, esa que tantas veces le ha faltado.

Jugador nervioso como pocos, de esos a los que en los momentos de la verdad les tiembla la mano, pronto se vio que hoy era uno de los días importantes que le cuestan tanto superar. Empezó el moscovita inmerso en una nebulosa, con dos dobles faltas en el juego inicial, que regaló a Auger-Aliassime. Hecho un manojo de nervios, y con síntomas del catarro del que ha estado aquejado durante los últimos días, Rublev se enredó solo y dio alas de inicio a su rival.

Al otro lado de la red estaba Aliassime dispuesto a aceptar otro regalo en una semana llena de buena suerte. Con las ideas muy claras salió el de Quebec, al que con mantener la compostura al servicio le servía. Volvió a romper, de hecho, aprovechando el desconcierto del ruso y dando lustre a su potente servicio puso tierra de por medio. Casi sin querer, Aliassime se vio 4-1 y doble break arriba y, a pesar de dudar al cerrar del set, consiguió cerrarlo.

Los miedos de Aliassime

Mascullaba en su banquillo Rublev, con la mirada perdida, hasta que tomó las riendas de su juego y cambió el plan. Más positivo de actitud, empezó a regalar menos de fondo y a atacar el revés de Aliassime, su punto débil. Aumentaba la tensión en el candiense conforme avanzaba el set y se veía cerca de su primer gran título. Con un set arriba, planteaba el de Quebec el segundo parcial como lo hace el equipo de fútbol que se sabe inferior y acepta resolver la eliminatoria en los penaltis, en su caso el tie-break.

Un saque directo por aquí, un par de derechazos por allí... Así fue salvando juegos al saque con pinzas, jugando al límite, hasta llegar a su último turno de saque. Era solo salvarlo e ir al desempate, donde apoýándose en su servicio todo estaba al 50 por ciento. Y de repente, Félix Auger-Aliassime sintió el miedo, ante un rival con fiebre, mucho más cansado y por momentos desencajado, todo parecía listo para que el canadiense conquistara su primer título de Masters 1.000. Pero los nervios que hasta entonces habían atenazado a Rublev volaron al otro lado de la red.

Tembló al saque Auger e igualó la final Rublev, que empezó a sacar su mejor versión, la pegadora. A derecha e izquierda, más suelto, empezó a sacar de la pista al canadiense en el set definitivo hasta quebrar en el mejor momento, en el 6--5, cuando no había tiempo de respuesta. Ahí rompió, firmó el 7-5 y volvió a sentirse campeón.