Está desaparecido. Vive por detrás de las sombras. Se ha comido mucha porquería y no ha abierto la boca nunca, jamás. Llegó al Mundial flotando y, de pronto, al verle ganar en Moto3, empezó el cántico que provocan todos los buenos, los buenos de verdad: “Que llega Mir, que llega Mir…” Y Mir llegó, aunque le costó Dios y ayuda cerrar su primer título mundialista, el de Moto3 (2017). Luego, porque no quiso perseguir el de Moto2, o sí, pero no le salió. Y, de pronto, ¡toma ya!, campeón del mundo de MotoGP. Repito, de MotoGP (Suzuki, 2020).
Joan Mir: "He sufrido tanto, tanto, que me niego a soñar"
A 350 Km/h con Emilio Pérez de Rozas
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