El Cruyff Arena de Amsterdam se convirtió en un infierno. El Ajax, que apenas es decimotercero en la liga neerlandesa, afrontaba el clásico contra el Feyenoord con malas perspectivas. Aunque ni por esas hubieran esperado los hinchas locales que su equipo encajara tres goles en apenas 37 minutos (Santiago Giménez marcó dos goles y ofreció una asistencia a Igor Paixao. La reacción de la hinchada del Ajax fue furibunda.
Bengalas y objetos varios comenzaron a llover sobre el terreno de juego, mientras el árbitro del encuentro ordenaba detener el encuentro. Pasados unos minutos, y viendo que la seguridad tanto de los futbolistas como de los aficionados no implicados en los incidentes estaba asegurada, el colegiado optó por la suspensión del partido.
Los aficionados ultras trasladaron el alboroto a las mismas entrañas del Cruyff Arena, donde se llevaron por delante parte del mobiliario y trataron de destrozar algunas de las puertas de acceso. En los acceso al estadio, las peleas entre hinchas se reprodujeron mientras las fuerzas de seguridad trataban de controlar a los alborotadores.
El Ajax, que esta temporada no disputa la Champions después de 14 años, vive una grave crisis deportiva e institucional.