Desde la irrupción de la desgraciada y maldita pandemia, el Camp Nou dejó de ser lo que era. Es decir, un lugar en el que el culé se lo pasaba bien y el equipo solía ganar. De las últimas 10 comparecencias europeas del Barça antes sus fieles, solo había ganado al Dinamo de Kiev (dos veces) y al Ferencvaros. El Viktoria Pilsen, un rival de parecido pelaje y pesaje, sucumbió como aquellos, sometido por un Barça poderoso, casi tan fuerte como su rival, más veloz e infinitamente más técnico. Lo que podría resumirse en la figura de Robert Lewandowski, investido en el emblema de un equipo renovado y renovador y al que ha rejuvenecido por la eficacia que aporta en la acelerada reconstrucción del Barça.
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