Un año después del aterrizaje en España del cuerpo técnico de Luis Enrique, ahora de Robert Moreno, dos conclusiones se pueden extraer tras la victoria ante Suecia, que encarriló de forma casi definitiva la clasificación para la Eurocopa: la primera es la alarmante falta de un delantero rematador que congenie el colectivo para aportar el gol que le falta al equipo. La segunda es que el líder indiscutible de ese colectivo es Dani Parejo.

El centrocampista del Valencia fue la brújula de un equipo al que le costó horrores encontrar el camino hacia el gol ante el voluntarioso y defensivo equipo sueco, que no se asomó a la portería española, entre una superioridad abrumadora de la selección dirigida por Robert Moreno. Tuvo que ser Ramos de penalti, el máximo goleador del combinado nacional, el que deshiciera el 0-0 a favor de una España aún con muchas cosas por asentar.

Kepa, titular

La primera noticia de la alineación española fue la continuidad de Kepa Arrizabalaga, para escenificar la oficialidad del relevo en la portería a costa de De Gea. La segunda, la apuesta decidida por Fabián en el centro del campo, después de debutar en Feroe, para hacer dúo con Parejo en la zona del campo desde la que España pretendía hacer nacer el juego.

Ante la previsible encerrona de Suecia, que sacrificó al jóven y talentoso centrocampista Olsson para fortalecer la medular, Robert Moreno le entregó las llaves del partido a los dos interiores, con la responsabilidad de dar el primer pase, la de ser la conexión con la delantera y la de no perder balones en zonas comprometidas, lo que esperaban los suecos desplegar su ataque.

Huracán de ocasiones

Fueron ellos, Fabián y Parejo, los que se fabricaron las primeras ocasiones del partido, con dos disparos desde fuera del área, casi la única solución que encontró España. Se desató un huracán de ocasiones en un minuto, que terminó con gol mal anulado, por fuera de juego, a Rodrigo Moreno.

El peligro español no tuvo continuidad, atascado en el campo de minas que planteó el técnico sueco, con Isco y Asensio en los costados, constantemente en zonas interiores para buscar la asociación con los medios, continuamente torpedeada por Suecia, y con Rodrigo aislado en la punta, al que le costó entrar en juego entre la muchedumbre de gigantes con camisetas amarillas con la que convivió. El resultado fue un juego espeso, en el que cada desborde era una expedición hacia lo desconocido, normalmente con poco éxito.

El peligro tuvo que llegar, más a base de empuje e insistencia que de juego, a ráfagas, entre saques de esquina y disparos, ante una Suecia que renunció a visitar los dominios de Kepa, pero que convirtió el partido de los atacantes españoles en una continua sucesión de tentativas erradas entre la seriedad y eficacia de su defensa.

Ramos abre la lata

El segundo periodo empezó con una llegada de una Suecia que desencorsetó su defensa en busca de una ocasión, fue el preámbulo de la aparición de más espacios y ocasiones para España, que creció en el partido al ritmo que aumentaron las aspiraciones de los nórdicos. La primera la tuvo Isco, tras un error en la salida de Suecia y otro pase productivo, como todos, de Parejo. La segunda, después de la primera intervención de Kepa en el partido, fue un penalti que transformó Sergio Ramos para deshacer un empate al que Suecia había apostado fuerte.

En el tramo final, entre transiciones españolas y alguna atropellada llegada sueca, Morata fue objeto del segundo penalti de la noche, la única manera eficiente que encontró España para llegar al gol, al menos hasta que, ya con el partido agonizando, Oyarzabal entró del banquillo para erigirse, en la primera ocasión que tuvo, en el único goleador en jugada de la selección.