La seriedad con la que aterrizaron los jugadores de ambos equipos al 40x20 vislumbraba la importancia del encuentro. No por el título que había en juego, pues nadie repara en terminar tercero o cuarto de Europa. Sino por el orgullo. En el partido que nadie quiere jugar pero tampoco perder, el Barcelona se mostró firme de inicio a fin y superó al Kielce de la saga Dujshebaev sin concesiones (40 -35).

Salieron con ganas  azulgranas y aparecieron los líderes del equipo, aquellos a los que se echó en falta en la desastrosa segunda mitad ante el Vardar. Palmarsson, que entró demasiado tarde en la semifinal y no pudo detener el torbellino húngaro, salió decidió a rehacerse y devolverle la sonrisa al barcelonismo. Tiró de magia y conexión con Sorhaindo, fijó como el mejor lateral y sacó los galones que le trajeron a la escuadra catalana para marcar las diferencia.

Mientras él percutía, sus compañeros supieron modelar el estilo del nuevo Barça. No renunciaron a contrataque, pero tampoco vivieron de él. Supieron recuperar el balonmano de la vieja usanza y leyeron muy bien la defensa rival. Cuando recuperaban el balón, buscaban rápidamente a los extremos, a los que Cindric, azulgrana a partir de mañana, nunca llegaba a cubrir. Y cuando se median a la 5-1, Aleix Gómez y Tomás circulaban por fuera mientras Sorhaindo y Fábregas se deslizaban en el pivote. De esta forma, Palmarsson y Dika Mem se convirtieron en los protagonistas de una primera mitad que tuvo de todo: dos grandes guardametas, cuatro exclusiones por equipo y un sinfín de penaltis que mantuvieron al Kielce en el partido.

Al descanso se llegó con 20- 16 tras un travesaño de Fábregas. Y aunque la ventaja invitaba a la relajación, la lección de las semifinales estaba presente en la escuadra de Pascual, que no se detuvo ni un segundo. Tampoco lo hicieron los polacos, empeñados en darle la vuelta al marcador. El Kielce quiso ser el Vardar y Barça fue el equipo que había demostrado ser durante toda la competición. Un conjunto fiable, serio y  con recursos.

Minutos complicados

Los polacos consiguieron devolverle el miedo al Barcelona de la mano de Alex Dujshebaev y un Karalek, que hizo olvidar al lesionado Julen Aguinagalde. El pivote le ganó la posición en todo momento a sus defensas, forzó numerosos penaltis y exclusiones y se entendió a la perfección con el central español.  Suyo fue el protagonismo  del partido, pero sobre todo del final del encuentro, cuando el Kielce logró situarse solo dos goles por debajo del Barcelona. Pero entonces aparecieron Gonzalo y Tomás dejando claro en dos minutos que este partido era e iba a ser azulgrana hasta el final.

Lo fue pese al miedo, pues los de Pascual aprendieron de los errores y fueron incluso capaces de  mantenerse vivos con solo tres jugadores de campo. Las exclusiones les tocaron, pero esta vez no les hundieron. Porque aunque el guion escribiera otra roja a Thiagus Petrus a cinco minutos del final (esta vez por acumulación de dos minutos), el destino le tenia reservado el premio del honor a un Barcelona que solo ha perdido tres partidos en toda la competición y que se despide de Europa con una medalla de bronce que sabe a poco. Lo mejor, la lección aprendida y superada.

Ficha técnica

FC Barcelona: Pérez de Vargas, Tomás (5), Andersson (2), Mem (8), Ilic (6), Palmarsson (3), Fábregas (3) – siete inicial – Sorhaindo (-), Ariño (-), N’guessan(-), Petrus (-), Dolenec (7), Duarte (1), Moller, Gómez (2), Entrerríos (3)

Kielce: Bis (-), Alex Dujshebaev (5), Walach (-), Aguinagalde (-), Jachlewski (2), Ivic (-), Janc (3), Lijewski (1), Jurkiewicz (-), Kulesh (3), Moryto (10), Mamic (1), Cindric (3), Fernández (1), Karalek (6), Cupara (-)

Incidencias: Roja a Thiagus Petrus por acumulación de exclusiones

Estadio: Lanxess Arena (Colonia)