Si la Real Sociedad pudiera ser considerada como un esparrin fiable, un referente válido cara al primera especial que el Madrid tiene que escalar el miércoles que viene ante el PSG en la Champions, el equipo blanco tendría motivos sobrados para sentirse ya en cuartos de final de la competición europea, en la que se ha visto obligado a depositar todas sus esperanzas de salvar la temporada. Mucho se temen el técnico y los jugadores blancos, sin embargo, que el repaso que dieron al conjunto vasco en el Bernabéu no vaya a ser representativo de las posibilidades de dar un revolcón similar al equipo del tridente Neymar-Cavani-Mbappé, que sigue metiendo tanto miedo a los madridistas como antes de la goleada (5-2) endosada a los de Eusebio Sacristán, quien vuelve a caminar sobre el alambre.

El Madrid al menos consiguió el objetivo de administrarse una buena ración de autoestima, aunque el ensayo general de lo que  puede ser el choque de octavos de final de la primera competición continental europea quedara descafeinado del todo por la inconsistencia de un rival entregado desde el primer minuto e incapaz de sacar a la luz los defectos que lleva evidenciando el cuadro blanco toda la temporada. A los 48 segundos ya estaba por delante el conjunto madridista y a los 37 minutos ya iba cuatro por encima para poder ponerse a pensar en el PSG sin el dolor de cabeza de un nuevo mal paso ante su público.

Goleada a la vista

En la primera llegada blanca, Marcelo lanzó por la izquierda a Cristiano Ronaldo, quien por una vez sacó ventaja de sus bicicletas, superó a Elustondo y centró bien para que Lucas batiera a Rulli. No habían acabado de acomodarse Modric y Kroos por delante de la defensa para que no se echara de menos a Casemiro cuando el extremo gallego, una de las dos novedades para dar descanso al mediocentro brasileño y a Bale, había acertado con el cabezazo de su vida. La otra, Asensio, tampoco había tenido tiempo de iniciar el despliegue que desarrolló después para convertirse en el auténtico líder de su equipo con su movilidad, su capacidad para ofrecerse a todos por todos lados y sus apariciones desequilibrantes ante un rival incapaz de superar la buena presión del Madrid.

Benzema remató al palo tras robo e irrupción en el área de Marcelo, otro que sentía comodísimo y que asistió a Ronaldo tras una fina maniobra de Asensio para que el portugués anotase el segundo (m. 27). Otro remate a la madera, este de Ronaldo, precedió al golazo con que Kroos puso el 3-0 a pase de Lucas; un disparo con el interior del pie derecho desde la corona del área que dejó clavado a Rulli (m. 34). El cuarto significó el segundo de Ronaldo, que voló para conectar un certero cabezazo (m. 37). Asensio tuvo el quinto antes del descanso, pero el balón enviado por Marcelo le quedó un poco atrás.

Baño de 45 minutos

Un marcador fiel reflejo del baño recibido por la Real en un primer tiempo en el que sus jugadores estuvieron de oyentes, 11 espectadores más, aunque mucho más deprimidos que los seguidores blancos, entre los que los integrantes de la grada de animación hicieron huelga de apoyo por la actitud con ellos de los futbolistas blancos esta temporada.

No podía ir a peor el equipo donostiarra en la segunda parte y tampoco el Madrid puso ya el mismo empeño en seguir haciendo sangre en su desaliñado oponente. Navas cabeceó al palo en un córner y el joven Bautista acortó distancias con buenas maneras a pase de Zubeldia (m. 74) cuando ya el Madrid había hecho sus tres cambios y había decaído su claramente su ambición y profundidad.

Bronca final a Benzema

Ronaldo, que de ninguna manera podía volver a verse afectado por los relevos decididos por Zidane, se encontró pese a todo con la oportunidad de marcarse un triplete y no la desaprovechó. Tiró Bale desde fuera del área y Rulli dejó el balón muerto a pies del portugués, que le quebró y anotó a puerta vacía (m. 80). Illarra puso el 5-2 definitivo tras una dejada de cabeza de Prieto, aunque Ronaldo pudo meter el cuarto de su cuenta y Benzema el primero de la suya en la última jugada. El francés remató alto a dos metros de la portería y eso le costó marcharse abroncado a la caseta mientras el portugués pedía silencio a la grada.