MOTOCICLISMO

Márquez admira al mundo con otra exhibición feroz

El campeón de MotoGP logra la 'pole' en Austin en el último segundo

Marc Márquez corre en el ’pit lane’ para coger su segunda moto tras estropearse la primera durante la sesión de calificación del GP de las Américas. / REPSOL MEDIA

Cero poles positions en el primer gran premio de la temporada. Cero victorias en la primera carrera del año. Cero podios sobre nueve cajones posibles en el Gran Premio de Catar. Nunca antes el motociclismo español había empezado tan mal un Mundial. Y llegó Austin (Texas, EEUU), la segunda residencia de Marc Márquez, el muchacho que, no solo gana, sino posee todos los récords habidos y por haber en ese precioso trazado norteamericano.

Y logra la pole. Y la consigue rebajando su récord en seis décimas. Y la suma tras una de sus exhibiciones más feroces. No solo la hizo en el último segundo, la logró después de estropearse su moto, correr hasta el box, coger la segunda de sus RC213V y volar bajito hacia la meta.

Faltaban 3 minutos y 10 segundos. La vuelta más rápida jamás dada a ese circuito se hace en dos minutos. No había tiempo material. No para los demás; sí para Márquez. Faltando eso, 03.10 segundos, Marc tuvo que detener la moto en el inicio de la recta de meta «porque en el panel se encendió uno de los chivatos de alarma». Apoyó la moto en el muro. Y salió corriendo a lo Usain Bolt. «Nadie sabe lo que cuesta, lo duro que es, lo imposible que se hace, hacer un esprint, correr, correr y correr, vestido con un mono de cuero», explicaba Alberto Puig. Y Márquez, cual flecha, se acercó al box, donde el equipo de Santi Hernández ya había puesto en marcha su otra moto.

Y OBRÓ EL MILAGRO

Faltaban 2 minutos. O menos. Y Márquez saltó, voló, sobre su moto y, mientras Jorge Lorenzo (Yamaha), espléndido ayer; Andrea Dovizioso (Ducati), tremendo de nuevo; y Cal Crutchlow (Honda) se turnaban en el liderato del último entrenamiento, se pasaban la pole, de mano en mano, con tiempos estratosféricos, Márquez bailaba rock and roll sobre su segunda RC213V. Pero ¡bailaba! porque, como reconoció, nada más bajarse de la moto ante el micrófono de Movistar TV, «he estado a punto de caerme tres veces, por errores y porque me he subido dos o tres veces a los pianos».

Y es que Márquez, tras su carrera a pie, hizo una carrera en moto que solo él puede hacer. «Nadie, nadie, es capaz de hacer lo que ha hecho Marc, ¡nadie!», coronó el campeonísimo Àlex Crivillé. Porque bailando, zarandeando su moto y ésta zarandeándole a él, Marc, mientras las gentes de Ducati, incluso el creador de la velocísima GP15, el ingeniero Gigi Dall'Igna, se llevaba las manos a la cabeza en su taller viéndole controlar semejante aparato, cruzó la meta en 2.02.135 minutos. Lo nunca visto. Lo nunca logrado. Y no por la vuelta, ni por la espectacularidad de la gesta, sino por haber logrado semejante conquista tras correr 200 metros a lo Usain Bolt. Y ganar. La carrera a pie y la carrera en moto.

Y, ENCIMA, PUSO EL CABALLETE

No solo hizo eso. Cuando Márquez llegó al corralito y le entregó la RC213V a su amigo Jordi Castellà, uno de sus mecánicos de confianza, vio que estaba allí cerca el caballito de la rueda trasera, lo cogió y él mismo elevó su veloz Honda sobre esos hierros. Y, solo entonces, empezó a abrazarse a su gente, incluído su padre, Julià, que, poco antes, en el box del team Repsol-Honda, había mostrado su emoción, orgullo y admiración, con unas gotas de susto, ante el japonés Shuhei Nakamoto, jefe de Honda, por la última, perdón, penúltima gesta de su hijo, atleta y piloto a la vez.