En cuatro meses ha cambiado completamente la cara del Espanyol. Javier Aguirre cogió a un equipo hundido en la tabla y en plena convulsión institucional. Ahora acaricia la salvación gracias a una apuesta por la normalidad y el sentido común.
--Usted llevaba mucho tiempo sin entrenar pero no dudó en ningún momento en firmar por el Espanyol. ¿Tenía mono de banquillo?
--Llevo 37 años en esto. Es difícil estar en casa porque la mujer se desespera. Dice: "Anda, vete ya, vete a trabajar ya, cabrón". Llevo 30 años casado y existe una rutina, una costumbre. Después del Zaragoza sentía que pasaba el tiempo y no entrenaba. Yo vivía en Madrid y sentía que podía alargar mi carrera en España. Me invitó el Espanyol, arreglamos unos asuntillos y aquí estamos.
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