Parece cosa de magia. Parece imposible, pero no lo es. Esquiadores con visión muy reducida --inferior al 10%--, amputados con una sola pierna, parapléjicos que en la vida cotidiana se mueven en silla de ruedas, paralíticos cerebrales... Cuando llegan a la montaña y se sitúan sobre la nieve se transforman en deportistas de élite y son capaces de descender a más de 120 kilómetros por hora. Es real. Está sucediendo estos días en los Mundiales de esquí alpino IPC (paralímpico) de La Molina, que comenzaron el pasado martes y finalizarán el próximo miércoles con la presencia de 150 deportistas de 29 países, entre ellos, cinco españoles.
El campeonísimo Jon Santacana y su guía desde hace 11 años, Miguel Galindo, y Gabriel Gorce y el suyo desde hace tres, Arnau Ferrer, compiten en discapacitados visuales; la mallorquina Úrsula Pueyo lo hace en la categoría de pie; y Óscar Espallargas y Nathalie Carpanedo, en 'sit-ski' (sentados). Ellos ejecutan la magia blanca en que han sido capaces de convertir su vida, en principio truncada por accidentes o enfermedades que amenazaron con limitar sus capacidades físicas.
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