Fórmula uno

Vettel, el niño récord

El piloto alemán, de 24 años, destrona a Alonso como el bicampeón más joven de la historia

Se lo dijo al oído, pero se lo dijo: «Michael aún es el heptacampeón más joven», le susurró Sebastian Vettel a Fernando Alonso tras arrebatar al español su último récord de precocidad en la F-1, el de ser el bicampeón más joven. Deslizó la frase en broma, pero con una sonrisa pícara que delata su hambre de más récords. A los 24 años, ya colecciona dos títulos y es el diamante, el ojito derecho de la escudería que ha construido el mejor coche de la historia de la F-1. Un año atrás solo era un chico rápido, demasiado impetuoso quizá, que luchaba contra tipos consagrados. Once meses después ha superado el palmáres de Lewis Hamilton y Jenson Button, ha igualado a Alonso, y sí, no se lo tomen a broma, sueña con la marca de Schumi, el ídolo que le hizo feliz entregándole el trofeo de su primer campeonato de karting alemán con solo 10 años.

En el podio de Suzuka, junto a Button y Alonso -vaya carrera más divertida, con tres equipos parejos por fin, con seis coches pelando a lo grande-, Vettel cumplió su año mágico, el de su transformación, el del aprendizaje psicológico para dejar de ser solo un niño rápido y convertirse en un sólido bicampeón capaz de completar una temporada de ensueño sin un solo error. Ha acabado las 15 carreras disputadas, con nueve victorias, 12 poles y 14 podios, con un cuarto lugar como peor resultado cuando aún restan cuatro grandes premios. Y en esa transformación, tiene mucho que ver su fisio, su preparador, su amigo, su confidente Tommi Parmakoski. Vettel le dedicó a mucha gente el título, al equipo, a la familia pero «sobre todo a Tommi, pues paso con él muchas horas, me ayuda a ser mejor y a tener siempre los pies en el suelo».

AQUEL GRITO DE POMPEYA / Ocho meses atrás, ambos realizaron una estadía física en Italia. Subiendo el Vesubio hablaron y se conjuraron. «¡Campeón!», gritó entonces Vettel al vacío de Pompeya. Pero, tras ese grito, se escondió una estrategia de trabajo incansable, de «plantear cada carrera para ganar, sin pensar en nada más, solo en ser los mejores en cada momento». «El tercer puesto aquí, en Suzuka, dice mucho de lo difícil que ha sido ganar todo el año, pero lo hemos conseguido», dijo ayer duchado en champán por los suyos.

Ese espíritu acabó de darle un aire invencible a Red Bull. Nunca se conformaron. Ninguna ventaja en el Mundial -y comenzó a ser sideral muy pronto- les hizo bajar la guardia. Agotaron en tres ocasiones -hay cuatro comodines- el horario de trabajo en los circuitos. La fábrica no cesó de innovar. Vettel no se cansó de trabajar con sus ingenieros, con los de Pirelli y con los de Renault. «Tiene mucho talento, es muy constante, muy competitivo, muy curioso por todo lo que rodea al coche y al equipo. Y es muy, muy autocrítico», dice de él Adrian Newey, el hombre que ha puesto en manos del alemán un coche invencible, pero que parece más vulnerable en manos de Mark Webber. «Otros de los méritos de Sebastian es haber comprendido muy pronto el funcionamiento de los neumáticos Pirelli, de cómo hacerlos trabajar correctamente, gestión que se le ha atragantado a Mark», añade Christian Horner. Casi entre lágrimas se abrazaron los tres en la celebración del box en Suzuka, mientras Norbert, el padre del fenómeno, repartía las manos de mercadotecnia japonesa con el frigodedo que ha hecho famoso su hijo en cada título, en cada victoria, en cada pole.

Y LO QUE LE QUEDA POR GANAR / Y aún le quedan por levantar. Tiene a tiro, a solo dos, el récord histórico de poles en una misma temporada (14, Nigel Mansell, 1992) y aún podría igualar la marca de 14 triunfos de Michael Schumacher (2004), las ocho poles consecutivas de Senna... y así hasta un largo etcétera.

«Malditos alemanes», esbozó en broma Button, que antes sufrió a Schumi y ahora a su pupilo. «Ha hecho una temporada fantástica, increíble, es un título muy merecido», se plegó el inglés. Lleva el mejor coche, «es verdad», añade cómplice Alonso, pero «ha conducido de forma excepcional, ha hecho un campeonato perfecto que finiquitó hace muchas carreras, mucho antes de lograr el título de forma matemática».