Terrorismo

Terrorismo de los GAL: del desprestigio de la democracia a la desmemoria de las víctimas

La mancha histórica de la guerra sucia aflora de nuevo entre los socialistas mientras la reparación para las víctimas se retrasa 40 años

Felipe González se despide de Rafael Vera, exsecretario de Estado de Seguridad, y de José Barrionuevo en la puerta de la cárcel de Guadalajara, el 10 de septiembre de 1998. / EFE/BARRIOPEDRO

Quizá uno de los momentos más desconcertantes de los que vivió el asesinado Ernest Lluch en sus muchos viajes a Euskadi en los 80 y 90 fuera el de una tarde de charla en una casa del pueblo de la margen izquierda del Nervión. Por entonces ETA enviaba sin cesar personas al cementerio, y hacía poco que los GAL habían dejado un reguero de asesinatos en territorio francés sin grandes condenas, incluso algún sordo aplauso, a este lado de los Pirineos. El exministro de Sanidad llevaba un rato en aquel local socialista hablando de diálogo y pacificación, de resistir la tentación de responder con violencia, cuando uno de los presentes, afiliado de base sin pretensiones, levantó una mano de currante para preguntar: “Entonces, Ernest, ¿tú lo que dices es que hablemos con los que nos matan?”Tres decenios largos después, en Portugalete, en la misma orilla izquierda del Nervión -hoy menos obrera-, el delegado del Gobierno en Euskadi, Denis Itxaso, se ha visto en la necesidad de enfatizar una obvia condena de los GAL. La banda parapolicial que mató a 27 personas entre 1983 y 1987, buscando a etarras y mordiendo también a gente ajena a ETA, “fue un gran horror que generó un gran dolor, que es el nuestro, y restó crédito y legitimidad al Estado”.