En un delirantemente hipnótico relato de T. C. Boyle –el escritor que más y mejor ha ampliado el campo de batalla de, a la vez, Charles Dickens y Robert Coover–, un aspirante a escritor fan de Jack Kerouac visita al mismísimo Jack Kerouac. A su abrasiva y divertidísima manera, Boyle desmitifica, con una narración que se tambalea y arremete sin remedio contra todo lo que encuentra, no únicamente a Kerouac sino a toda la, en muchos sentidos, caprichosa, infantil y sobreprotegida generación beat. En el relato, titulado simplemente 'Beat', Kerouac vive con su madre –que acaba disfrazada de Santa Claus porque es Navidad–, y no parece más que un chiquillo que sale a fumar y a beber y a destruir todo lo que toca fuera, mientras dentro sigue comportándose como un niño mimado. Y la sátira funciona certera y dolorosamente porque solo exagera lo real.
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El lado oscuro de la generación 'beat'
Días atrás se celebró el centenario del nacimiento de Jack Kerouac y se evitó, una vez más, hablar de los monstruos que generó lo ‘beatnik’, de su crueldad casi infantil. Un aspecto que ha quedado oculto por su necesaria reivindicación de la libertad, de la que, por fortuna, hicieron literatura
La generación beat tuvo un lado oscuro que se ha convertido en una especie de tabú.
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