QUEMAR DESPUÉS DE LEER

Hubo una vez una mujer pájaro

Es un misterio por qué el feminismo gótico y salvaje de Angela Carter, y sus historias en busca de una libertad en perpetua expansión, siguen sin encontrar su lugar en la narrativa contemporánea

Angela Carter, salvaje e inclasificable. / Jorge Martínez

Hubo una vez una mujer pájaro. O eso decía ella de sí misma. Que había nacido de un huevo. Se hacía llamar Fevvers. Se dedicaba al trapecismo. Y eso pese a que era enorme. Fevvers medía un metro ochenta y siete y pesaba ochenta y nueve kilos. Complicado sujetarse a un inestable trapecio, y alcanzar el siguiente con semejante tamaño, a menos que, como Fevvers, se tengan alas. Alas que tan monstruosamente exótica diosa de las alturas se decolora porque, oh, su color nunca le convenció. Fevvers viaja con el Circo Imperial. Es su principal atracción. Y hay a quien le trae sin cuidado que pueda ser un fraude —¿de veras puede existir una mujer pájaro?— pero hay a quien no. Jack Walser, un periodista obsesionado con el fenómeno, pasa una noche entera en su camerino, entrevistándola, y tratando de descubrir si es o no una mujer pájaro.