La sexualidad femenina ha dejado de ser tabú. Las mujeres buscan placer, disfrutan de él y tienen orgasmos. Y ello no las convierte ni en viciosas, ni en locas, ni en diabólicas. Lindezas con las que se las ha cualificado a lo largo de la historia. Ni convierte a su órgano genital en “un templo construido sobre una cloaca” ni “la puerta de entrada del diablo”, como aseguraba Tertuliano, uno de los Padres de la Iglesia. ¡Amén! ¿Perogrullada? Ni mucho menos. Por muy evidente que pueda parecer lo dicho hasta ahora, lo cierto es que esta libertad (o realidad) sexual actual tiene pocos años de vida. Durante milenios el orgasmo femenino ha sido un campo de batalla que ha basculado entre el control y la emancipación ganando por goleada la represión. Coartar la sexualidad de la mujer ha sido la mejor forma someterla y dominarla.
De la vagina como 'cloaca' a la masturbación médica contra la histeria: la larga batalla del orgasmo femenino
El placer femenino ha sido un campo de batalla que ha oscilado entre el control (más) y la emancipación (menos)
El mundo empezó con diosas del sexo a las que el monoteísmo hebreo finiquitó, y siguió con cinturones de castidad para llegar a la época victoriana con médicos masturbando a pacientes como terapia
En la época victoriana, los médicos masturbaban a sus pacientes para templar los nervios y curar la histeria.
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