Tenían que ser unos Juegos Olímpicos para sacar pecho, para mostrar al mundo que Japón se había recuperado del mazazo del tsunami y del accidente nuclear de Fukushima de marzo de 2011. En cambio, serán las olimpiadas de la resignación, aplazadas por primera vez en la historia y con la mayoría de la población anfitriona deseando que se vuelvan a aplazar o se cancelen definitivamente. Ya no hay marcha atrás y, a menos que se produzca otra catástrofe –cosa que en Japón nunca se puede descartar–, el pebetero del estadio olímpico se encenderá el próximo día 21, un año después de la fecha inicialmente prevista.
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Los Juegos Olímpicos del covid: Tokio no está para fiestas
Japón se enfrenta a la cita, que empieza el 23 de julio, conteniendo la respiración: sin público, con malas perspectivas económicas, la ilusión bajo mínimos y el miedo al virus
Los JJOO, que debían reeditar el espíritu del 64 y borrar el estigma de Fukushima, se han convertido en una pesadilla
Manifestación contra la celebración de los Juegos, el 17 de mayo, en Tokio. /
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