Viven en la misma costa de Estados Unidos, la Oeste, a orillas del mismo océano, el Pacífico, pero los 1.800 kilómetros que separan el gigantesco hogar de los Gates en el frío Lago Washington de la soleada mansión californiana de los Sussex muestran dos formas de vivir y hacer muy diferentes. Claro que ambos matrimonios, uno ya roto, el otro recién formado, centran sus esfuerzos en la filantropía. Pero así como el divorcio de Bill y Melinda ha sorprendido a los 1.600 empleados de su fundación, que destina 5.000 millones de dólares en subvenciones anuales a 135 países, el príncipe Harry y Meghan Markle dan los primeros pasos en la suya, Archewell, todavía en construcción y cada vez más cómoda en los medios. Es lo que tiene California: espectáculo y entretenimiento asegurado.
Adiós, Gates; hola Sussex: Meghan y Harry forjan una marca conyugal de filantropía y 'show'
Los Sussex redoblan esfuerzos en su proyecto caritativo, cuando el divorcio de los Gates deja en el aire el futuro de su fundación
El pederasta Epstein también empaña la reputación de Bill Gates
Meghan Markle y el príncipe Harry.
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