El cine y las novelas negras han acercado a la sociedad a monstruos sádicos y despiadados como Hannibal Lecter o el Joker pero, desgraciadamente, en ocasiones la ficción se queda corta. Hay hombres que son capaces de asesinar a sus propios hijos con tal de infligir un daño extremo a su pareja o expareja, a la que le no arrebatan la vida, no, pero la dejan muerta en vida. Hasta llegar a este desenlace tan terrible, normalmente hay etapas de maltrato previas, tanto sobre la mujer como sobre los niños, aunque no se denuncien. Es lo que se conoce como violencia vicaria, una de las formas más desconocidas y a su vez más crueles del maltrato machista, que estos días ha salido a la luz con la entrevista en varios capítulos a Rocío Carrasco y la desaparición de las hermanas Anna y Olivia, en Tenerife, que ha acabado en tragedia.
Matar a los hijos para dañar a la madre: la punta del iceberg de la violencia vicaria
El caso de las niñas de Tenerife y el relato de Rocío Carrasco sacan a la luz los mecanismos de la dolorosa violencia vicaria
Los maltratadores agreden a sus hijos o a los de su pareja para infligir así un dolor extremo a la madre
La 'ley Rhodes' obliga a los jueces a suspender el régimen de visitas en contextos de violencia, pero deja una rendija abierta a la comunicación con padres denunciados
Peluche abandonado /
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