Difícilmente un nativo digital conocerá la emoción de abrir el buzón de casa y encontrar dentro una carta con su nombre escrito a mano bajo una hilera de los sellos y el de un ser querido estampado en el reverso. También es improbable que descubra el sabor que tenía la goma adhesiva de aquellos timbres con la efigie del jefe del Estado o alusivos a algún hito cultural que había que fijar con saliva en los sobres antes de introducirlos en el buzón de Correos. Ni la experiencia de invertir una hora, dos, o muchas más, en escribir una carta siguiendo los consabidos protocolos. “Queridos padres, querido amigo, querido amor, dos puntos y aparte, te escribo para contarte…”.
Tradición renovada
El coronavirus da alas a la correspondencia
Correos mueve la mitad de cartas de hace 10 años, pero el covid ha cambiado esa tendencia: a falta de abrazos y reuniones, en la Navidad de 2020 ha crecido un 40% el tráfico postal
Simone de Beauvoir, en su despacho en noviembre de 1945. /
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