Estos días, en el número 22 de la avenida Montaigne de París, los ejecutivos de LVMH –el conglomerado que incluye a Louis Vuitton, Dior, Givenchy y Marc Jacobs, pero también a Moët Chandon y Dom Pérignon– acarician quedarse con Tiffany & Co., la legendaria joyería con matriz en la Quinta Avenida de Nueva York. Por unos 14.000 millones de euros, cavilan, podrían hincar el colmillo al esquivo mercado norteamericano y añadir una capa de historia del lujo asociado a la celebridad.
Tiffany & Co. no es cualquier marca. Símbolo de la opulencia estadounidense en el XIX, fue elevada a valor aspiracional de la clase trabajadora después de que Audrey Hepburn se pegara al escaparate en 'Desayuno con diamantes' (1961) y hoy, cuando ha democratizado precios, abierto un café para turistas y hasta publicado un tuit pidiendo a Trump que no abandone los acuerdos de París, sigue oliendo a sedas que crujen y fiestas en el Plaza con Truman Capote.
El fundador, Charles Lewis Tiffany (1812-1902), empezó con una papelería y en 1832 cimentó su imperio con astucia: 1/ compró buena parte de las joyas de la (desierta) corona francesa; 2/ diseñó el 'gran sello' utilizado desde 1885 en los billetes de un dólar; 3/ se inventó un color corporativo –el "azul huevo de petirrojo"– aún presente en el 'packaging', y 4/ convirtió 'su' anillo de pedida en la exigencia de las suegras de la 'upper class' (o de las postulantes).
Lady Gaga y Mary Crocket, con el diamante amarillo de Tiffany. /
El diamante amarillo
El talismán de la casa es el 'Yellow Diamond', un pedrusco que apareció en las minas Kimberley de Sudáfrica en 1877, y que el Sr. Tiffany compró por 18.000 dólares. En el aparador, su brillo, dicen, deslumbraba a los apostados en la acera de enfrente. Y solo ha conocido tres cuellos titulares: el de Mary Withehouse, 'socialité' de los años 50 agraciada para lucirlo en el Tiffany Ball de Newport; la citada Audrey Hepburn, que lo acarició en las fotos promocionales de la película de Blake Edwards, y Lady Gaga, en la última ceremonia de los Oscar, en la que se llevó premio por la canción de la película 'Ha nacido una estrella'.
Parick Dempsey pide matrimonio a Reese Witherspoon, en 'Sweet Home Alabama'. /
Pero Tiffany tiene más historias con armiño –las cajitas de crema de la reina Victoria Eugenia eran de la firma– y glamur. Liz Taylor, tan aficionada a las joyas como a cambiar de marido, paseó un broche de oro y diamantes de la casa con forma de reptil que Richard Burton le regaló para el estreno de 'La noche de la iguana', y otro prendedor, el 'Fleur de Mer', con diamantes y zafiros. Allí se han rodado secuencias de películas como el taquillazo 'Algo para recordar' (1993), la historia de una cita a ciegas 'pre-Tinder' protagonizada por Meg Ryan y Tom Hanks, y 'Sweet Home Alabama'(2002), con la escena de Patrick Dempsey declarándose, rodilla en el suelo de la tienda, a una aún ruborizable Reese Witherspoon.
Tiffany Trump, en la Fashion Week de Nueva York. /
Luego, el arquitecto Frank Gehry les propuso editar en oro una figurita del Disney Concert Hall de Los Ángeles para taponar la hemorragia de dólares de las obras –no coló– y acabó diseñando una colección que enloquece a Ellen DeGeneres. Grace Coddington, la mano derecha de Anna Wintour en Vogue USA, aceptó desfosilizar la imagen corporativa. E incluso el presidente de EEUU –la Trump Tower está pegada a la tienda– le puso su nombre a la hija que tuvo con su segunda (y breve) esposa, Marla Maples. Aunque, a ojos del magnate, la pobre Tiffany no llega a la suela de los 'louboutin' de Ivanka, su favorita. Arnault se relame con tantos brillos.