Sara Ortiz Escalante: "El urbanismo está pensado para el hombre que va en coche"
Esta socióloga pertenece al Col.lectiu Punt 6, que repiensa el diseño de las ciudades desde una perspectiva de género
zentauroepp46368773 barcelona 27 12 2018 cuaderno entrevista a sara ortiz urba181227190636 / periodico
Fue estudiando Sociología en la Autònoma de Barcelona cuando Sara Ortiz (Vilafranca del Pendès) descubrió el feminismo, sus luchas y referentes. Un movimiento que ha vertebrado su trayectoria académica, profesional y vital, con estancias en El Salvador, México, EEUU o Canadá. En Vancouver empezó su tesis doctoral para analizar cómo afecta la planificación urbana a las mujeres que trabajan de noche.
–¿Cuáles son las claves del urbanismo feminista?
–En primer lugar, poner la vida cotidiana en el centro. Las ciudades dan respuesta a todo lo que tiene que ver con el trabajo productivo en un sistema capitalista y patriarcal. Se planifica para el hombre que se mueve de forma lineal, en coche, de casa al trabajo. Sin embargo, los estudios de Carme Miralles sobre la movilidad cotidiana de las mujeres en Catalunya señalan que nosotras nos movemos a pie y en transporte público. El urbanismo feminista da valor a todo lo que tiene que ver con la esfera de los cuidados y el trabajo doméstico.
–Y ese trabajo es el que históricamente han hecho las mujeres.
–Exacto, otro de nuestros objetivos es visibilizar las tareas que las mujeres han hecho gratis en beneficio del sistema capitalista. Los espacios públicos pueden contribuir a paliar las desigualdades de género y a que el cuidado sea una responsabilidad de todos. El otro pilar es desjerarquizar el urbanismo: los vecinos son los verdaderos expertos en sus barrios, por eso es impresindible la acción comunitaria y la participación, sobre todo de las mujeres, excluidas de los procesos de transformación urbana.
"Hay que reforzar el transporte público y las infraestructuras para acompañar la movilidad a pie, que es como se mueven las mujeres"
–Con los vecinos hacen cada año lo que llaman 'recorridos Jane Jacobs'.
–Además de recordar a esta activista canadiense, reflexionamos sobre cómo afectan a sus vidas las calles donde viven. Hay mucho interés por el urbanismo feminista porque el modelo depredador promovido hasta ahora está acabando con nuestros territorios.
–¿Por qué lo llaman urbanismo feminista si es comunitario?
–Es una posición política, porque fueron las feministas quienes pusieron la vida cotidiana en el centro de la agenda. En los años 70, empezaron a denunciar cómo el urbanismo respondía a modelos que no tenían en cuenta la vida de las personas. También porque el feminismo va más allá de un análisis de género: trabaja para transformar las desigualdades que ha creado el sistema patriarcal.
–Seguridad y visibilidad son dos de las variables con las que trabajan. ¿Cómo pasan de la teoría a la práctica?
–Se ha hecho bastante en percepción de seguridad a través de las marchas exploratorias iniciadas en Montreal y Toronto. Consisten en analizar el espacio público con grupos de mujeres para determinar qué elementos se perciben como inseguros e implantar soluciones como plazas sin muros, barrios señalizados con mapas y tiempos de espera del transporte público o marquesinas transparentes, con un botón para pedir ayuda.
–Soluciones factibles.
–Uno de los proyectos que salió de la Ley de Barrios de Catalunya (2004) –la primera en España que incluyó la perspectiva de género en urbanismo– se hizo en Granollers, en la plaza de la Llibertat, que ahora es un espacio abierto con juegos, lugares de espera y cuidado, utilizado por todos. En cuanto a la visibilidad, consiste en que las calles tengan nombre, oficios o elementos relacionados con la mujer. La urbanista Isabela Velázquez hizo un proyecto muy interesante en Madrid. También recuperar espacios que habían sido femeninos como los lavaderos públicos. En Caldes de Montbui se han restaurado. Una parte se puede seguir utilizando y otra sirve de memoria histórica.
–¿Qué plantean frente a los desplazamientos en vehículo privado?
–Reforzar el transporte público y las infraestructuras para acompañar la movilidad a pie, que es como se mueven las mujeres: hacen desplazamientos más cortos y cercanos a su domicilio, pero más complejos, no lineales, porque enlazan actividad. Antes de ir al trabajo dejan a los niños en el colegio y, al volver, hacen la compra o van al gimnasio. Debemos quitar espacio al coche y ampliarlo para peatones. En el Eixample de Barcelona también analizamos cómo ayudar a la gente mayor. Estudiamos qué tipo de bancos se deben colocar y dónde, porque muchos se han eliminado para evitar que se sienen los sin techo o los jóvenes.
–¿Cómo convencer a quienes están en contra de iniciativas como Madrid Central?
–El coche privado ocupa el 70% del espacio en las ciudades, pero es un transporte que solo utiliza el 20%, la mayoría hombres. Por tanto, son los que no utilizan el coche quienes deberían tener más voz. También es una cuestión de salud: tenemos un grave problema de contaminación y por nuestra biología, las mujeres lo sufrimos más. Como muestran los estudios de Carme Valls, nosotras tenemos más materia grasa y acumulamos mayor número de contaminantes.
–Usted habla de justicia de género.
–Sí. La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, pidió un informe de impacto de género porque así lo dice la ley y tiene que ponerlo en práctica, aunque muchos se lo salten. Es evidente que se debe reducir el tráfico rodado y contaminante.
–De todos los problemas de la mujer en el espacio público, ¿cuál urge solucionar como sociedad?
–Las mujeres tenemos limitado el derecho a la movilidad. La violencia de género se extiende a la esfera pública y no podemos utilizar la calle a cualquier hora, libres de acoso sexual, con casos como el de la manada [o el asesinato de Laura Luelmo]. Incluso se nos culpabiliza por estar donde no debíamos. También hay problemas como la vivienda, la pobreza o nuestro derecho de participación activa en la ciudad, porque no tomamos decisiones ni se nos tiene en cuenta.
–También hablan de las urbanizaciones que limitan la vida cotidiana. ¿De qué forma?
–Tiene que ver con el urbanismo que separa funciones, influido por los suburbios norteamericanos tras la segunda guerra mundial, cuando sacaron a los ciudadanos del centro para vender más coches. Si tienes que conducir para todo, tu vida cotidiana es más compleja. Hicimos el trabajo Postsuburbia y estudiamos la comarca del Garraf, un modelo que a nivel energético y humano consume demasiado. Proponemos rehabilitar estos entornos desde la experiencia de quienes viven en ellos.
"Una casa pensada desde la perspectivade género no se plantea con habitaciones de diferentes tamaños, sino iguales"
–¿Cómo repensar los espacios domésticos desde la perspectiva de género?
–Desde la diversidad, porque ya no respondemos al modelo de familia nuclear. Hoy más del 50% de las unidades de convivencia son monoparentales, comparten, etcétera. La vivienda tradicional no piensa en ellos, ni en que tenemos distintas necesidades a lo largo de la vida. Una solución son los elementos móviles para cambiar la distribución. Antes las cocinas eran pequeñas, sin comunicación con el resto de la casa, donde las mujeres se quedaban aisladas. Hoy cada vez se hacen más abiertas.
–Más.
–Está el ciclo de la ropa. Hay que crear espacios cómodos para lavar, secar, planchar. Una casa pensada desde la perspectiva de género no se plantea con habitaciones de diferentes tamaños, sino iguales y, si es posible, que todo el mundo tenga una habitación propia, como decía Virginia Woolf. Así se evitan jerarquías y se promueven relaciones igualitarias.
–¿Cuál es la ciudad de referencia para el urbanismo feminista?
–Desde finales de los 90, es Viena, donde han hecho muchos proyectos para incluir la perspectiva de género en el diseño de parques o movilidad a pie. Un buen ejemplo es un proyecto de viviendas construido por y para mujeres con las diferentes unidades que comentaba. Otros referentes son Umea (Suecia), Montreal y Toronto (Canadá). También la Red Mujer y Hábitat busca reducir la violencia de género en Rosario (Argentina) o Ciudad de México. Aunque sea de manera parcial, se va trabajando.
–¿Y España? ¿Estamos en el buen camino?
–Creo que sí. Ha habido un creciente interés en los ayuntamientos del cambio: Barcelona, Madrid, València, Cádiz, A Coruña… En Euskadi llevan tiempo trabajando y en Catalunya, desde la Ley de Barrios, algunos consistorios lo han incorporado de manera creíble, otros lo hicieron solo por tener el aprobado, hasta que cortaron la financiación. Lo que vemos ahora es una lucha que comenzó hace 40 años, con arquitectas, urbanistas e investigadoras desde universidades y colectivos. Y todo esto ha empezado a tener impacto en los 2000. La transformación siempre cuesta. Necesitamos voluntad política y ayuda de los equipos técnicos, porque aún hay resistencias.
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