La proliferación de excesos verbales, vituperios y toda suerte de descalificaciones personales en las redes sociales pero también en la calle han supuesto que se llame «fascistas» a quienes no comparten el ideario político del vituperante o emisor del improperio. Además de que los aparentes fascistas –músicos, escritores, cineastas, políticos de diferentes registros, profesores de toda índole, ciudadanos de toda clase y condición– no lo son en absoluto, sucede que el fascismo fue un fenómeno histórico, político, social, cultural incluso, que respondió a un concreto periodo histórico y hoy no concurren en nuestra atribulada política ninguno de los ingredientes que posibilitaron el alumbramiento del fascismo genuino –el nazismo y la Falange, dos de sus derivadas–; a lo sumo solo cabe hablar de neofascistas y neonazis en la Europa del siglo XXI.
La política de la palabra
¿Qué significa ser fascista? Origen y actualidad del término
El adjetivo ha ocupado el espacio público y es hoy arma arrojadiza contra el discrepante político, pero es de imposible aplicación a un demócrata, sea cual sea su ideología
HITLER
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