El Reino Unido autoriza la manipulación genética de embriones humanos para investigación

Los estudios ayudarán a comprender algunos problemas de infertilidad y abortos espontáneos

La investigadora Kathy Niakan, del Francis Crick Institute de Londres, que ha obtenido la primera autorizacion para modificar embriones en un proyecto cientifico. / FRANCIS CRICK INSTITUTE

Por primera vez, un grupo de científicos manipular embriones humanos en sus investigaciones. En el Reino Unido, la Autoridad de Embriología y Fertilización Humana (HFEA) ha dado luz verde al equipo del Instituto Francis Crick de Londres, que había solicitado el permiso el pasado mes de septiembre. Su investigación intenta comprender mejor los genes que participan en el desarrollo de las células que van a formar después la placenta, para tratar de determinar por qué algunas mujeres sufren abortos espontáneos.

CRISPR/Cas9, la técnica milagrosa

UN ZOO EDITADO. Al margen de un estudio chino del 2015 con embriones humanos, la tecnología ya se ha empleado con éxito para modificar el genoma de perros, cabras y macacos, entre otros animales. El caso más espectacular, no obstante, es posiblemente el de los cerdos, con la obtención de microanimales que pesan seis veces menos que los de granja o de animales modificados exclusivamente para facilitar la donación de órganos a humanos.

El método empleado para las investigaciones, llamado Crispr-CLos9, permite detectar los genes dañados en el ADN. Los experimentos se limitarán a los primeros siete días después de la fertilización del embrión, cuando se ha formado una estructura de entre 200 y 300 células llamada blastocisto. Después deberán ser destruidos en el plazo máximo de dos semanas. Su implantación en mujeres está prohibida por la ley.

DE EMBRIÓN A BEBÉ

La doctora Kathy Niakan, del Instituto Francis Crick, había explicado en el pasado la razón por la que cursó la petición. "Queremos comprender de verdad los genes que necesita un embrión humano para desarrollarse con éxito y convertirse en un bebé sano. La razón por la que es tan importante es que los abortos espontáneos y la infertilidad son extremadamente numerosos, pero no entendemos lo que ocurre".

De cada cien óvulos fertilizados, solo la mitad alcanzan la estructura de un blastocisto, solo 25 pueden ser implantados en la matriz y solo 13 alcanzan un desarrollo de tres meses. Los científicos saben que en esos primeros estadios, algunas células se organizan para desempeñar papeles específicos. Unas van a formar parte de la placenta, otras del saco vitelino y otras terminan conformando el feto.

Los científicos no conocen los mecanismos de este proceso, pero saben que algunas partes de nuestro ADN juegan un importantísimo papel. "Comprender el desarrollo del embrión puede ayudar a comprender las causas de la infertilidad, los abortos espontáneos y ciertas enfermedades genéticas", señala el profesor Alastair Kent, director de Genetic Alliance UK. 

PROHIBIDO PARA TRATAMIENTOS

La modificación de embriones para cualquier tipo de tratamiento está prohibida en el Reino Unido. Sin embargo, la modificación para la investigación se autorizó en el 2009, aunque fue el pasado septiembre cuando se formuló la primera petición, que ahora el HFEA ha autorizado. "Es una decisión alentadora. Muestra que el buen uso de la ciencia y una vigilancia ética eficaz no están reñidos", ha declarado la doctora de la Universidad de Edimburgo Sarah Chan. "Debemos estar seguros de que nuestro sistema de regulación en esta área funciona bien para que la ciencia discurra junto a los intereses sociales".

La autorización se produce después de que científicos chinos anunciaran el pasado abril que habían logrado modificar un gen defectuoso de varios embriones, responsable de una enfermedad en la sangre potencialmente mortal. La noticia despertó cierta inquietud ética en la comunidad científica. "China tiene normas, pero a menudo no está muy claro cuáles son exactamente hasta que se traspasan esos límites difusos", ha explicado el profesor Robin Lovell-Badge, que asesora a la HFEA. Así pues, la decisión británica representa la primera autorización en el mundo de este tipo de investigaciones por una autoridad nacional de reglamentación.