El 30 de junio se deberá añadir un segundo suplementario en todos los relojes, según el acuerdo alcanzado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU). Los llamados segundos intercalares o leap seconds, que no pueden predecirse, se añaden para mantener sincronizada la hora oficial, medida con relojes atómicos de gran precisión, y la tradicional hora basada en la rotación astronómica, que no es exacta porque la Tierra no gira a un ritmo regular, sino a trompicones y cada vez un poco más lento. La última vez que se añadió un segundo fue el 31 de junio del 2012.
Por supuesto, un segundo no le cambia la vida a nadie, pero una acumulación de varios sí podría tener una influencia en sectores de alta precisión como las telecomunicaciones, la navegación o la astronomía. Un error de un solo segundo supone 300.000 kilómetros en una medida de distancia con una señal que viaje a la velocidad de la luz, como en el caso de los GPS. Desde 1972, los relojes internacionales han añadido 24 segundos suplementarios.