Si alguien pudiera escoger dónde nacer, si al hacerlo ya tuviera claro que sería ciclista, sin duda diría que Gernika. Y si siendo corredor un día se enterase que las autoridades del País Vasco habían decidido que apostaban por acoger el Gran Départ del Tour entonces cruzaría los dedos, rezaría si fuese creyente -por supuesto a la virgen de Begoña que hasta tiene en Bilbao una calle convertida en república a su obra y gracia- o se diría a sí mismo: “que el Tour pasa por mi ‘oficina’”. Porque la ‘oficina’ es el lugar de trabajo del ciclista y esa oficina para un corredor es la carretera.
El otro árbol de Gernika
Tourmalet por Sergi López Egea
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